El Paso
Nos sonaba por las películas. Ahora, desgraciadamente, se ha convertido en una realidad que supera de largo a la ficción. Nombre más que adecuado para una comunidad abierta, donde su frontera es algo relativo que permite una relación fluida y amable, tanto de personas como de objetos. Una comunidad donde hace tiempo que sus habitantes entendieron que el color, el idioma o la situación personal de un refugiado no debía ser obstáculo para prestarle ayuda. Nada más lejos de esa política que envenena la realidad cotidiana.
Gregorio Medina, Coslada (Madrid).
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