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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Previsible Draghi

El BCE confirma su alerta económica a la eurozona por factores externos

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo.
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo.DANIEL ROLAND (AFP)

El Banco Central Europeo (BCE) mostró en su último Consejo de Gobierno un acrecentado pesimismo sobre la economía internacional, y por ende, sobre la eurozona. Y ratificó su intención de adoptar próximamente nuevas medidas para estimularla. “Las perspectivas son peores y peores”, describió gráficamente su presidente, Mario Draghi, refiriéndose sobre todo a la industria manufacturera y a la baja inflación (1,4% en junio, lejos del 2% de referencia). Aunque en la coyuntura de los servicios y la construccción, y en el alza de las rentas salariales, las cosas vayan mejor.

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Así que la cúpula del banco concretó las medidas de estímulo necesarias, con más precisión que en el encuentro de junio. Los tipos de interés seguirán en sus niveles actuales “o inferiores” hasta final de año; las compras de activos ex novo podrán reanudarse y se reformulará el objetivo de inflación. Aunque no lo detalló, la intención es referirse al 2% y no cerca “pero por debajo” de esa cifra, lo que lleva un sesgo deflacionario: sugiere mayor rapidez para emprender los giros de rigidez (cuando crecen los precios) que para los expansivos (cuando caen). El recetario se completó con la clásica apelación (poco escuchada por los Gobiernos) a la necesidad “esencial” de que una política fiscal más activa acompañe a la monetaria, en aras a evitar la japonización de la eurozona.

Nada de eso constituye una noticia estricta. Se apuntó en el Consejo de junio y luego en el Fórum de Sintra. Si acaso, la novedad estriba en la mayor intensidad de la alerta y en su reiteración. Así que la cuestión a plantear es pues, por qué no se han adoptado ya esas medidas.

Todo apunta a que Draghi persigue el momento más adecuado, pues la mayor oportunidad temporal de las decisiones es susceptible de incrementar su eficiencia. Y algunos de los riesgos externos a la eurozona aumentarán probablemente a la vuelta de la pausa veraniega, a principios de otoño. Para entonces se sabrá con mayor exactitud si el Brexit manejado por el peculiar Boris Johnson deriva o no en una retirada de la Unión Europea (UE) por las bravas, incluso de modo salvaje: si será de consecuencias negativas, o fatales, o catastróficas.

También es probable que la Administración Trump, una vez afirmada en los pasillos del último G-20 una tregua en su guerra comercial con China, aclare si quiere seguir igual pauta con la UE. O si opta, precisamente, por lo contrario, destinar a este tradicional socio la antipatía que venía dispensando a su rival asiático.

También para entonces el horizonte sobre la estabilidad y empuje de la nueva Comisión debería estar más definido. La crisis de la automoción alemana habrá cumplido un año y será un buen momento para calibrar qué de estructural y qué de coyuntural hay en la misma. Y ganar algo de tiempo facilita que la Reserva Federal siga siendo pionera en la adopción de medidas novedosas: dispone de mayor margen (tipos sobre cero) para ello.

En cualquier caso, la fragua de este paquete es un ejemplo de manual de la guía de futuro (forward guidance) que se ha elevado a catecismo de los grandes bancos centrales: para ser previsibles. Buscan comunicar al público con antelación, si conviene reiterada, los próximos pasos de la política monetaria, para que los agentes económicos vayan tomando sus decisiones en consonancia con ellos y evitar así vaivenes excesivos en la inversión, el ahorro o el consumo. Draghi, pues, en estado puro.

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