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Columna
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El hilo de oro

Lo importante de verdad no es que tengamos Gobierno sino que las abejas sigan polinizando el planeta

Julio Llamazares
Las desaparición de las abejas sería una gran catástrofe para el mundo.
Las desaparición de las abejas sería una gran catástrofe para el mundo.Getty Images

Guardo en lo más profundo de mi memoria la imagen de mi padre, maestro de escuela de profesión y apicultor y hortelano en sus ratos libres, inclinado sobre sus colmenas mientras las horas pasan como si fueran nubes sobre su cabeza. La vida para él era un hilo de oro que las abejas tejían con sus idas y venidas del colmenar a los árboles y de éstos a las retamas del monte, recolectando el polen que se convertiría en miel en la fábrica invisible y oscura de los panales. Como en la novela del sueco Lars Gustafsson Muerte de un apicultor, el invierno era un lejano horizonte al que tanto mi padre como las abejas vivían ajenos.

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Últimamente, dicen, las abejas están desapareciendo, lo que sería una gran catástrofe para el mundo, pues son las que polinizan la vegetación con su actividad, pero estos días yo las veo trabajar igual que siempre aprovechando el calor del verano y la floración de la parra virgen y la catalpa.

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Mientras en la televisión los políticos hablan y hablan sin parar y los veraneantes imitan a la cigarra de la fábula de Esopo, tirados en sus tumbonas y aplatanados por el calor, las abejas van y vienen tejiendo el hilo de oro de la vida, ese que nos permitirá continuar viviendo en este planeta. Porque si la política es importante más lo es la polinización de las flores, sin la cual nada sería posible.

Esta semana, los españoles hemos asistido a la enésima edición de un debate que se repite como en un bucle desde hace mucho y a un nuevo intento fallido de investidura de un presidente de Gobierno. Habrá quien se alegre de ello y quien, por el contrario, lo vea como un fracaso del sistema, incluso como un castigo para todos, pues volveremos de las vacaciones sin haber aprobado en el mes de julio y quién sabe si con nuevas elecciones —las enésimas en poco tiempo— a la vista. Pocos repararán, no obstante, en que todo ello será una anécdota pasajera, unas portadas en los periódicos que se llevarán los días del verano como los anuncios de la publicidad de helados y los amores adolescentes, y que lo importante de verdad no es que tengamos Gobierno, sino que las abejas sigan polinizando el planeta y tejiendo el hilo de oro de la vida, esa miel dorada y pura a la que tan poca atención prestamos y que no es infinita para nuestra desgracia. Lo saben los apicultores, que ven con preocupación cómo el número de abejas disminuye últimamente y cómo las enfermedades y otros insectos se propagan y amenazan su supervivencia, y lo sabemos todos los que ya peinamos canas y conocimos mejores tiempos, no solo en la política sino en la convivencia entre los españoles.

Cuando Tonino Guerra, el gran guionista italiano amigo de Fellini y coautor de muchas de sus películas, regresó a su Romagna natal cansado de la agitada vida romana en busca de tranquilidad para su vejez, escribió un libro que tituló La miel, en el que se contienen versos tan bellos como los que siguen y que les recomiendo como lectura de vacaciones, los que las tengan: “He quemado las páginas de los libros, los calendarios, / los mapas. Para mí, América / ya no existe, Australia menos, / la China es un olor, / Rusia es una telaraña blanca / y África un vaso de agua que soñé. / Desde hace dos o tres días voy detrás de Pinela el campesino, / que va buscando la miel de las abejas silvestres”.

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