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CARTA DESDE EUROPA 'Gazeta Wyborcza'
Tribuna
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Dónde está Europa del Este

En Hungría, Polonia y la República Checa hay muchos defensores declarados de la UE. No deberían ser crucificados

Bartosz T. Wielinski
El candidato socialdemócrata Frans Timmermans, el pasado mayo.
El candidato socialdemócrata Frans Timmermans, el pasado mayo. JOHN MACDOUGALL (AFP)

Indudablemente, es muy fácil señalar con el dedo al culpable. Es el Gobierno del partido Ley y Justicia (PiS en sus siglas polacas), que acudió a la cumbre de Bruselas con un solo nombre en su agenda: el de Frans Timmermans. Sin embargo, el primer ministro Mateusz Morawiecki no quería que fuese elegido, sino más bien vetarlo como candidato para el puesto de presidente de la nueva Comisión Europea. Timmermans, primer vicepresidente de la Comisión saliente, supervisó en Polonia los procedimientos disciplinarios por infringir el Estado de derecho. Hablamos —sin exageración alguna— del político occidental más odiado por la derecha polaca.

La misión tuvo éxito. El bloqueo polaco, checo y húngaro utilizó a varios países gobernados por el Partido Popular Europeo para organizar una rebelión contra la candidatura de Timmermans. Su argumento era el siguiente: Timmermans no puede liderar la Comisión porque divide a Europa. Por supuesto, estaban más interesados en que la jefatura de la Comisión estuviese encabezada por un político democristiano que en preservar la unidad del continente. Apostaron fuerte a su interés. Y Morawiecki regresó a Varsovia para anunciar a bombo y platillo este supuesto triunfo histórico de la diplomacia polaca.

Lo cierto es que la Unión Europea no le ha concedido ningún cargo a la búlgara Kristalina Georgieva, aunque en las preliminares se veía en ella a la sucesora del presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk. Y tanto el antiguo jefe de la diplomacia eslovaca, Maroš Šefcovic, como los actuales presidentes de Lituania —Dalia Grybauskaite— y Rumanía —Klaus Iohannis— fueron omitidos. Si bien sus nombres se abrieron camino durante los debates, no había ningún país grande que los apoyase.

Polonia, el sexto país más grande de la UE, con una superficie de 312.679 kilómetros cuadrados y casi 38 millones de habitantes, defendió los intereses de la región sentándose a la mesa con los demás Estados miembros de un tamaño equiparable. Desde que el partido Ley y Justicia está en el poder, el país no ha ocupado este asiento que le corresponde. No solo porque el PiS ha perdido su reputación internacional al atacar la independencia del Poder Judicial y asfixiar a los medios de comunicación libres. Es que además la diplomacia polaca, que ha sido sometida a una profunda purga de los no conservadores, no funciona bien. El hecho de que, a pesar de sus esfuerzos, Morawiecki no haya conseguido absolutamente nada para su zona en la cumbre es buena prueba de ello.

Así las cosas, los demás países grandes decidieron castigar a toda la región. Ya que Varsovia, Praga y Budapest (y, en parte, también Bratislava) querían bloquear el acuerdo sobre el nuevo reparto de cargos, no recibieron nada. Como resultado, no fue la designación, sino el sacrificio de la candidatura de Timmermans lo que dividió a Europa. El equilibrio geográfico se vio perturbado, pues se mandó la señal de que el Este no le interesa a los actores más importantes de la Unión.

El PiS ha perdido reputación y la diplomacia polaca, que ha sido sometida a una profunda purga de los no conservadores, no funciona bien

En el año 2005, para demostrar que el Este sí que importa, Angela Merkel concedió a Polonia 500 millones de euros en las negociaciones presupuestarias, con el objetivo de apoyar el desarrollo de la antigua República Democrática Alemana. El dinero se destinó a las regiones más pobres de Polonia. Hoy, en cambio, parece que Occidente está cansado del Este. Francia, bajo el liderazgo de Emmanuel Macron, no oculta su reticencia hacia esta parte de la Unión.

Mano de obra barata, corrupción, problemas con la democracia y el Estado de derecho, un autoritarismo que colea… Son todos problemas que han ido en aumento durante años y nada parece indicar que los nuevos países de la Unión Europea puedan hacerlos frente con rapidez. Pero fue precisamente el interés de Occidente lo que obligó a evolucionar a estas sociedades. Un interés que se tradujo en continuos estímulos, salpimentados, en algunas ocasiones, con críticas muy duras.

Occidente debe darse cuenta de que no se puede identificar a toda una sociedad con el partido en el Gobierno. Hungría no es solo el Fidesz de Viktor Orbán, la República Checa no es solo el partido SÍ (en checo, el acrónimo es ANO, Alianza de Ciudadanos Descontentos), Polonia no es solo Ley y Justicia. En todos los países de Europa del Este hay muchos defensores declarados de la Unión Europea. Jamás deberían ser crucificados y subestimados, sino, al contrario, hay que prestarles apoyo. La falta de interés en esta región y empujarla hacia la periferia solo empeorará la situación, ahondando aún más las divisiones.

Bartosz T. Wielinski es periodista de Gazeta Wyborcza y actualmente dirige la sección Internacional.

Traducción de Amelia Serraller Calvo.

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