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Columna
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Los guiños

Son bastante más maduros los votantes que sus representantes

David Trueba
Rueda de prensa del presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, en el Congreso.
Rueda de prensa del presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, en el Congreso. ULY MARTIN (EL PAÍS)

No conviene despreciar a los políticos sin atender a un detalle básico. La mayoría de las tonterías que protagonizan tienen como finalidad seducirnos a nosotros. Es cierto que resulta complicado elegir entre el ramillete diario de sus incongruencias y reacciones infantiles, pero no dejan de ser reflejo directo de la sociedad pueril a la que tratan de cortejar. Las izquierdas temen la lectura que sus votantes harán de los pactos y las derechas cuentan con más sólido apoyo, pero eximidos del control. Llama la atención un detalle durante la negociada tirantez del pacto para presidir la Comunidad de Madrid. Como saben, los dos partidos conservadores necesitan unir a su alianza los votos de un recién nacido partido de corte radical. Estéticamente a Ciudadanos le cuesta aceptar la foto resultante de ese triunvirato. Así que ha impuesto unas medidas de higiene cansinas y vacuas. En la Biblia se mencionaba la gestión interior por la que cuando haces un acto de generosa limosna tu mano izquierda ignore lo que hace tu mano derecha. Pero en el caso que nos ocupa, ya nos llamó la atención que Ciudadanos pretende que su acto de avaricia se sustente en un nuevo lema: Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano derecha. Pues bien, si juntos cogidos de la mano no pueden presentarse a su electorado más moderado, lo hacen al modo de esas redes sociales donde te apuntas con un falso perfil para tener citas furtivas que no confesarías en público.

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En esa tónica, han llegado a proponer un acuerdo que no se redacte. Bastaría con que los tres partidos presentaran sus propuestas en el pleno de investidura y que al votar todos juntos significara en sí que aceptan las propuestas de los tres pero sin pactar entre los tres. Es algo así como salir a la calle con alas de ave, patas de ave y cabeza de ave y pretender que no eres un ave. Pero aún hubo un detalle más tontuno. Entre Ciudadanos y PP se ha redactado una lista de medidas acordadas. Son 155 iniciativas. El número parecía un accidente, hasta que el portavoz del partido naranja, Ignacio Aguado, salió en la tele muy ufano para advertir que era un guiño hacia Cataluña. ¿Guiño? Más bien es una provocación infantilona y boba. Un pellizco parecido a los que tanto denuncian cuando los comete, y vaya si los comete, el bando independentista. En este caso, somete a los madrileños a un juego de mensajes incordiantes que jamás han establecido con los ciudadanos catalanes. En esto son bastante más maduros los votantes que sus representantes.

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Esa idiotez de recurrir al número 155, ya antes manejado por frívolos acreditados en plena crisis de país, coincidió con la magistral lección del Tribunal Constitucional en la que dio un tirón de orejas a los partidos que van por ahí pregonando que aplicarán el artículo 155 en Cataluña en cuanto tengan mando en alguna plaza. Les vino a decir que solo con decirlo se posicionan en contra de la Carta Magna. Algo en lo que ya insistimos desde hace tiempo, los constitucionalistas españoles pecan de inconstitucionales y ni siquiera lo saben. Ojalá que esa frivolona tentación de enfrentarnos a unos con otros no sea el principio básico del Gobierno madrileño para esta legislatura. Nadie espera demasiado de ellos, son jóvenes e inexpertos, pero seguro que tienen capacidad para ascender desde el ridículo hacia la cotidiana mediocridad. Es cuestión de esforzarse.

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