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EL PAÍS que hacemos
Por Equipo de Comunicación
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LOS ARTISTAS DE EL PAÍS

Peridis: “Salir en EL PAÍS es una de las mayores suertes que he tenido”

El viñetista está presente en las páginas del diario desde su primer número en 1976

El País que hacemos realiza una serie de artículos sobre quienes añaden arte e ingenio a las páginas del diario: los ilustradores y viñetistas, que someten la realidad a su particular óptica.

A la mesa de trabajo de José María Pérez (Cabezón de Liébana, 1941), Peridis, llega el ruido de las terrazas del centro de Madrid. No le molesta, todo lo contrario; excepto cuando quiere dormir, ese es otro cantar. El escritor, dibujante, humorista y arquitecto confecciona desde el despacho de su casa las viñetas que, desde el primer número de EL PAÍS, convierten a los políticos en personajes de historietas.

El 4 de mayo de 1976 EL PAÍS salió a la calle por primera vez. Peridis había escuchado días antes que estaba a punto de nacer un diario liberal y progresista y pensó: “Ese va a ser mi periódico”. No solo quería ser lector, sino que se propuso ser parte de él. Comenzó a hacer caricaturas de los principales líderes del mundo, de Pompidou a Mao Tse-Tung y las presentó en el periódico. “De España ninguno, por supuesto”, aclara aludiendo a la todavía presente sombra franquista. Lo llamaron el día anterior a la publicación del diario: EL PAÍS llevaba en portada una foto del ministro español de Asuntos Exteriores José María de Areilza, que se disponía a realizar una visita a Marruecos. Acompañando a la noticia, en páginas interiores, apareció la primera viñeta de Peridis. 

La primera viñeta de Peridis en EL PAÍS, el 4 de mayo de 1976.
La primera viñeta de Peridis en EL PAÍS, el 4 de mayo de 1976.

El sentimiento que relata es de emoción: “Estaba en un medio que salía con fuerza, novedad, limpieza, claridad y con un gran futuro. Pensar que podía salir en EL PAÍS una de las intuiciones mejores que he tenido en la vida y el poder salir, una de las mayores suertes que he tenido”.

Peridis había comenzado su andadura en el dibujo bajo la inspiración de la lectura. Tenía 10 años y las líneas del ilustrador Cronos, con las que retrataba a los deportistas en la prensa, comenzaron a atraerlo. También las de Charles M. Schulz en Snoopy. Empezó a copiar los trazos "sencillos pero llenos de vida" de autores a los que admiraba. Después, con el paso de los años, fue desarrollando su propio estilo. Acabó compaginando sus estudios de Arquitectura, con la literatura y los lápices, una amalgama de influencias que ha quedado condensada en sus viñetas.

Toma la realidad como fuente de inspiración y a los políticos como protagonistas. “No se trata de hacer parecidos, sino de sacarles el alma, de convertir a cualquier político mediocre en personaje de historieta”, resume. Con sus dibujos refleja la actualidad “desde otro ángulo”, el de la caricatura y la simbología. Él lo compara con las narraciones épicas de personajes mitológicos, las mismas que decoran su despacho, enfrascadas en libros por doquier. Imitando a los literatos clásicos, crea un espacio alegórico en el que personas de carne y hueso mutan en personajes de cuento. El argumento es cíclico: la lucha por el poder.

No ha recibido muchas quejas por sus interpretaciones, aunque a todos les gustaría aparecer en el tono épico de las epopeyas. “Pero la realidad no es esa”, zanja. El final de sus personajes se asemeja siempre: acaban cayendo en el agujero del anonimato. 

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