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La huida de la princesa Haya rompe la imagen liberal del emir de Dubái

Con una veintena de hijos de diferentes esposas, el jeque Mohamed había cultivado un perfil de gobernante cosmopolita que queda ahora en entredicho por su conflicto familiar

El jeque Mohamed, con la princesa Haya en el hipódromo de Ascot.en junio de 2017. En vídeo, la misteriosa desaparición de la princesa.Vídeo: Getty | EPV
Ángeles Espinosa

A punto de cumplir 70 años, el emir de Dubái, el jeque Mohamed Bin Rashid al Maktum, se enfrenta a una crisis personal que pone en peligro su legado. Las noticias de la huida y petición de divorcio de su última esposa, Haya Bint Husein, ensombrecen el cuidado perfil que ha cultivado toda su vida del líder más liberal y con mayor visión de futuro del mundo árabe. Aunque ambos siguen sin confirmar ni desmentir la información, el gobernante ya ha reclamado la custodia de los dos hijos comunes ante un tribunal de Londres, donde la princesa jordana se ha refugiado.

Que toda una princesa tenga que escapar de palacio dice mucho más de las leyes y costumbres locales que todos los rutilantes golpes publicitarios del hombre que puso a Dubái en el mapa. Bajo su mandato, el que era uno más de los puertos árabes de la orilla occidental del golfo Pérsico se transformó en una ciudad Estado de proyección universal: del edificio más alto del mundo, el Burj Jalifa, hasta la aerolínea Emirates, pasando por las islas en forma de palmera.

Al acceder al Gobierno de Dubái (uno de los siete territorios que forman la federación de Emiratos Árabes Unidos, EAU) en 2006, a la muerte de su hermano Maktum, Mohamed se convirtió también en vicepresidente y primer ministro de EAU, además de mantener la cartera de Defensa desde la independencia del país en 1971. Ahora, su apuesta por abrir el emirato al comercio y el turismo está siendo copiada por sus vecinos, a los que una mayor disponibilidad de petróleo hizo más remisos a las reformas.

En el camino, el jeque Mohamed ha conseguido además ejercer su poder absoluto como si fuera el director ejecutivo de una gran empresa, Dubai Inc, más que como un autócrata al frente de un Gobierno no elegido. Impecable tanto con la túnica tradicional como con el chaqué que viste en Ascot para asistir a las carreras de caballos –la pasión que le unió a Haya–, ha logrado codearse con los líderes mundiales y atraer a Dubái a figuras del deporte, la música y espectáculo.

Sin embargo, la fuga de la más joven de sus esposas revela que Emiratos es un país que, al igual que Arabia Saudí, trata a sus mujeres como eternas menores de edad. No es el primer caso. El año pasado, en un oscuro incidente sobre el que el jeque ha intentado echar tierra, una de sus hijas, Latifa, de 33 años, fue devuelta por la fuerza a Dubái cuando huía a bordo de un velero.

Ahí parece estar la clave de la ruptura entre la princesa y el emir. Tras aceptar la versión de su marido de que había rescatado a Latifa de un intento de extorsión, Haya recurrió a su amiga Mary Robinson para que se reuniera con la joven e intentar acallar los rumores de que estaba retenida en palacio. El resultado no fue el esperado. A la antigua presidenta de Irlanda y excomisionada de la ONU para los derechos humanos le llovieron las críticas por prestarse a la pantomima. Según diversas fuentes, la princesa descubrió entonces la realidad: que el jeque había secuestrado y maltratado a su propia hija, que intentaba emprender una nueva vida lejos de él.

Aunque el emir no ha reaccionado oficialmente al abandono de Haya, su malestar se desprende de un poema colgado en su cuenta de Instagram: "Algunos errores se llaman traición / Ya no hay lugar para ti en mi vida / Me da igual si vives o mueres". Poeta vocacional, el jeque Mohamed suele marcar las grandes ocasiones familiares y de Estado con sus versos. Y según afirma en su web personal, nunca ha escrito uno “sin que sea una realidad en [su] vida”.

Forbes le ha catalogado como el quinto monarca más rico del mundo. En su último ranking, publicado en 2011, le atribuía una fortuna de 4.000 millones de dólares (unos 3.500 millones de euros), aunque medios británicos triplican esa cifra en la actualidad. Nada sorprendente en una región del mundo donde resulta indistinguible el patrimonio de los gobernantes del tesoro público. Aun así no está mal para un hombre que nació en una casa con el suelo de tierra.

Según la biografía oficial, tras cursar primaria y secundaria en Dubái, fue enviado a un internado en el Reino Unido, que ejercía entonces un protectorado sobre el emirato, y a una escuela de cadetes en el mismo país; luego se formó como piloto en Italia. Pero más allá de su pasión por los caballos y la poesía, nada se menciona sobre su vida privada. La web The Royal Forums, sobre familias reales, enumera 23 hijos reconocidos de seis mujeres distintas; otras fuentes identifican a una séptima pareja y elevan los vástagos hasta casi la treintena.

Como es costumbre, Mohamed contrajo primeras nupcias con una prima, la jequesa Hind Bint Maktum Bin Juma al Maktum, a la que los medios locales dan tratamiento de “primera dama”. Con ella ha tenido siete hijas y cinco hijos, entre ellos el heredero, el jeque Hamdan, quien el mes pasado se casó junto a dos de sus hermanos; el primogénito, Rashid, falleció en 2015 de un ataque al corazón, a los 33 años. La existencia de dos hijos nacidos con anterioridad, Manal (de madre libanesa) y Marwan (de madre posiblemente alemana), apunta a la existencia de dos concubinas.

Antes de unirse a la princesa Haya en 2004, el jeque tuvo durante los años ochenta varios hijos, entre ellos la mencionada Latifa cuya huida frustró, con una esposa argelina, Huriah Alimarah, y otros, cuyo número concreto tampoco se conoce, con la libanesa Delila Alula; además de una hija de la relación que mantuvo a mediados de los noventa con la griega Zoe Grigorakos, aunque no hay constancia de matrimonio.

Pero si el resto de las esposas aceptaron la invisibilidad que era la norma entre las mujeres de las familias gobernantes de la península Arábiga, la princesa jordana, educada en el Reino Unido y acostumbrada a una vida más cosmopolita, se mostró desde el principio en público y a cara descubierta. No solo acompañaba al emir en actos institucionales y privados (sobre todo, en el extranjero), sino que tenía agenda propia como patrona de diversas ONG y colaboradora de la ONU. El jeque Mohamed capitalizó ese estilo para potenciar su imagen de modernidad. Una vez acabado el idilio, queda por ver qué precio tendrá que pagar para asegurarse la discreción de Haya, a quien las organizaciones de derechos humanos piden que revele lo que sabe sobre Latifa.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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