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Por qué no debes obligar a tu hijo a socializar

Cada niño desarrolla a un ritmo determinado sus habilidades sociales, por lo que conviene no presionarles para que sean un modelo a la hora de relacionarse

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Si bien es cierto que las personas somos animales sociales, no todos lo somos en la misma medida ni con la misma facilidad. En el caso de los niños, hay que añadir que están en proceso de desarrollo de sus habilidades sociales. “Resulta paradójico que a algunas personas no les guste ser sociables, porque somos gregarios desde que nacemos. Estamos en la cúspide de la cadena alimenticia porque hemos aprendido a colaborar y a generar grandes civilizaciones, debido a nuestra gran capacidad de sociabilidad. Pero, los niños tienen unos ritmos específicos para su desarrollo psicosocial y los adultos solemos obligarles a ser más sociables de lo que les corresponde por su etapa vital”, explica Abel Domínguez, psicólogo infanto-juvenil, director de Domínguez Psicólogos.

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Los adultos, a veces, olvidamos que los niños están en proceso de desarrollo y aprendizaje y lo que a nosotros nos puede resultar muy sencillo y natural, como saludar y hablar con personas a las que no conocemos, a ellos les puede resultar complicado. “Conviene respetar los ritmos de cada niño a la hora de desarrollar sus habilidades sociales. No deberíamos obligarles a acelerar su proceso de sociabilidad, porque puede generar un efecto rebote que provoque que se aíslen o se rebelen contra el hecho de relacionarse. La insociabilidad puede ser adaptativa, porque así, cuando un extraño hable por la calle a un niño, no se fiará tan fácilmente. Los pequeños, a veces, reaccionan de una manera más coherente a como pretenden los adultos”, aclara el psicólogo.

Los progenitores influyen en el ritmo y la manera en que sus hijos socializan. De forma que “si los niños asocian el hecho de estar con determinados amigos u otras personas con el hecho de que sus padres les riñan o castiguen, puede que se traduzca en que eviten relacionarse, cuando en otras circunstancias, sí lo haría. Hay niños más introvertidos y otros más extrovertidos, pero no significa que no vayan a tener amigos o ya estén marginados de por vida. Esos miedos corresponden más a los adultos que a ellos mismos”, comenta el psicólogo Abel Domínguez.

Motivar a los niños para que socialicen no implica presionar, obligar o insistir. Hacer ver a los pequeños que las relaciones sociales son satisfactorias porque se conoce personas interesantes y se viven nuevas experiencias es una forma de que mantengan un equilibrio con respecto a tener una apertura razonable a la hora de relacionarse con otras personas.

La sociabilidad se aprende no se nace con ella

Somos una especie gregaria, pero no nacemos con nuestras herramientas sociales ajustadas y desarrolladas al cien por cien, sino que “hay que aprenderlas y practicarlas. No nos empeñemos en que los niños sepan relacionarse y comportarse como si las habilidades sociales vinieran de serie. Como adultos, nuestra responsabilidad es poner a su disposición medios para aprender a sociabilizar, como entornos, situaciones y circunstancias que faciliten la interacción con otros niños de diferentes edades, así como con adultos, pero sobre todo con niños de su misma edad y capacidades similares con los que aprende a reconocerse y más socializa”, explica Cristina de la Rosa Tineo, psicóloga, psicoterapeuta y miembro del centro Nudos.

Una cosa es ser sociable y otra, educado. “Es importante que los niños sean educados y saluden al llegar o irse de un sitio, pero ¿necesariamente lo tienen que acompañar de un beso o un abrazo? Pueden chocar la mano, decir hola y adiós. Reflexionemos acerca de las expectativas que ponemos en los pequeños y la imagen que queremos que den”, añade la psicóloga Cristina de la Rosa Tineo.

Cuando entendemos que no es lo mismo obligar que enseñar, cambia el enfoque educativo y se aparca la presión para dar paso a la satisfacción de acompañar al niño en sus procesos de crecimiento, como el desarrollo de sus habilidades sociales.

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