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Columna
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Tanto odio

Batido de uno y otro flanco, Pedro Sánchez permanece agarrado al azar de sí mismo

Manuel Vicent
Pedro Sánchez el pasado viernes en Bruselas.
Pedro Sánchez el pasado viernes en Bruselas.FRANCOIS LENOIR (REUTERS)

Van bien peinados, visten ropa de marca, besan todavía las manos a las señoras, han aprendido de niños a manejar el cubierto del pescado, puede que usen un perfume caro, pero sus ideas políticas huelen a choto machista, a sudor taurino, a franquismo revenido. No se reconocen de extrema derecha y menos como ultras o fachas, aunque más a la derecha de Vox ya solo está el tabique o el precipicio. En cualquier espacio de la política en que este partido aporte una mínima presencia todo va a saber a Vox, porque es como el ajo, un condimento tan dominante que basta con un solo diente para que su sabor se apodere de todo el guiso. Ha llegado a las instituciones como un recuelo franquista encaramado a hombros del Partido Popular gracias a Ciudadanos, un partido que vino con un talante liberal a airear los viejos odres de la derecha anquilosada y ha acabado siendo un exacerbado mamporrero de esta obscena coyunda. Por otro lado está Podemos, una grey política que trata de entrar en el Gobierno sin haberse quitado de encima la sensación de estar todavía bebiendo cerveza a morro en los bares de Lavapiés. Su jefe de filas es una criatura mediática fabricada por las cámaras, gracias a su locuacidad imbatible. Aunque un día Pablo Iglesias se presentara con su cogote esculpido a navaja, prueba de su integración en el sistema, es difícil imaginarlo callado ante un micrófono a la salida del Consejo de Ministros sin intentar segarle la hierba bajo los pies al Partido Socialista, dado su carácter. Batido de uno y otro flanco, Pedro Sánchez permanece agarrado al azar de sí mismo. La derecha le empuja a abrazarse a los independentistas para poder achicharrarlo y es como si los curas te obligaran a pecar para poder mandarte al infierno. Este verano los pájaros caerán ya fritos del tejado y no será por el calor sino por tanto odio político consolidado.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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