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Columna
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Línea roja pluralista

¿Prefiere entonces Ciudadanos llevar adelante su programa ideológico de conquista del centroderecha o preservar la esencia liberal que le vio nacer?

Jorge Galindo
Rocío Monasterio e Ignacio Aguado, este martes, durante la constitución de la Asamblea de Madrid.
Rocío Monasterio e Ignacio Aguado, este martes, durante la constitución de la Asamblea de Madrid.Luis Sevillano

Es un hecho ineludible: Vox disfruta de poder de veto en la formación de Gobiernos. Estamos hablando de un partido netamente antipluralista, que mantiene posiciones que aspiran a desmontar instituciones y derechos que aseguran una distribución del poder razonable que proteja a las distintas minorías. Es, por tanto, también un proyecto antiliberal. ¿Prefiere entonces Ciudadanos llevar adelante su programa ideológico de conquista del centroderecha o preservar la esencia liberal que le vio nacer?

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En Europa hemos visto dos tipos de respuesta a este dilema. Unos minimizan el extremismo de su socio preferencial y maximizan el del contrario. El resultado es una política de bloques que empodera las posiciones antipluralistas. Otros equiparan extremos y argumentan que la única salvación reside en las grandes coaliciones de las formaciones pluralistas. Pero esta opción restringe la competición de políticas, y puede resultar contraproducente si uno de los partidos afectados por el cordón sanitario aprovecha para acaparar todo el voto antiestablishment.

Existe quizás una opción intermedia que permite variación de ideas dentro de los parámetros pluralistas: el socio moderado puede definir una línea roja en la defensa de las instituciones que distribuyen poder y protegen minorías, concediendo a cambio programas dentro del eje izquierda-derecha. Si el extremo traspasa la línea no hay pacto de bloque ideológico, sino pluralista (o vuelta a las urnas).

En otra escala y parámetros esta es la misma lógica que debe mantener el centroizquierda para poner a prueba a un movimiento (el independentista) que derivó hacia una ruptura constitucional basada en imposición nacionalista. O para incentivar un espacio verde alejado del frentismo populista que caracterizó al primer Podemos, hoy derrotado. Es, de hecho, la esencia de la posible apuesta de Colau, Collboni y Valls para Barcelona, así como la crítica del francoespañol a la formación que lo acogió. Primero el pluralismo, luego lo demás.

Pero Cs parece haber renunciado al requisito ineludible para que la estrategia sea efectiva, pues las amenazas de pacto centrista o repetición electoral por su parte no son hoy creíbles precisamente por su empeño en alcanzar la cima del bloque, lo cual le impide meter a la derecha en la vereda pluralista. Renuncia así a la defensa de aquello que, en un principio, fue su razón de ser. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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