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Amy Schumer: ironía contra las críticas

La cómica sigue respondiendo a la censura, ahora contra su maternidad, con su particular sentido del humor desde las redes sociales y los escenarios

Amy Schumer, en Los Ángeles, el año pasado. En vídeo, el tráiler de Growing.Vídeo: Gtresonline | Netflix
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Amy Schumer siempre supo que sería famosa. Sus padres la convencieron de que su sentido del humor y su talento eran un “regalo de Dios al mundo”, bromea siempre, o lo dice muy en serio, porque la realidad fue que desde pequeña la animaron a seguir sus intereses teatrales y artísticos. Y en ese apoyo familiar se cimentó la confianza y seguridad en sí misma que se han convertido, ahora que ya es tan famosa como imaginó, en su seña de identidad personal y el argumento de gran parte de sus monólogos y películas.

Hace unos años confesaba que esa seguridad en su potencial éxito la llevó incluso a rechazar un adelanto de un millón de dólares por escribir un libro autobiográfico, porque sabía que no estaba muy lejos de la fama y podría pedir mucho más. No se equivocó: en 2016, tras el triunfo de su serie, Inside Amy Schumer, y la taquilla millonaria de su primera película, Y de repente tú, publicó el libro, La chica del tatuaje encima del culo, por el que se calcula que recibió más de ocho millones de dólares (nunca se confirmó la cantidad exacta).

Su confianza personal también la ha salvado de su propio éxito o, en concreto, del lado más oscuro de esa notoriedad. Schumer esperaba que la fama viniera con el dinero, el reconocimiento y la permitiera vivir (muy bien) del trabajo que le gustaba, pero no anticipó la cruenta crítica a la que tendría que hacer frente en la era de las redes sociales.

Los ataques le han llegado desde el lado profesional: la han acusado de robar chistes –algo que siempre ha negado–, la criticaron por falta de sensibilidad por la parodia que hizo de Beyoncé y tacharon algunos de sus monólogos iniciales como racistas, de lo que se defendió diciendo que empezó interpretando otros personajes sobre el escenario (“Una tonta republicana, una homófoba… todo”).

Sin embargo, las críticas empeoraron cuando empezó a usar su vida personal en sus números cómicos. Entonces la Amy Schumer pública y la Amy Schumer privada se acercaron y se confundieron para el espectador. “Cuando empecé a ser yo misma en el escenario, algunos sintieron que les estaba mintiendo. Se sintieron engañados”, dice. Pero poco le ha importado, ella, en parte, lo ha explotado.

En su último programa especial para Netflix, Growing, hablaba de su embarazo. Tardaba solo minutos en enseñar su tripa gestante. Lo que para unos era una normalización de esta etapa en la mujer, para otros era un nuevo motivo para criticarla. Ella respondió con humor desde la pantalla o desde su cuenta de Instagram, donde acumula casi nueve millones de seguidores. Desde esta plataforma también ha compartido la hiperémesis gravídica que ha sufrido durante los nueve meses de embarazo y la llevaron a dos ingresos hospitalarios. Su última entrevista con The New York Times, por ejemplo, empezaba por cuántas ocasiones había vomitado por culpa de este síndrome: 980 veces. “Una enfermedad que no la estudian porque los hombres no la tienen”, suelta en su show.

Tras dar a luz a su hijo el pasado cinco de mayo, Gene Attle Fischer, fruto de su matrimonio con el chef Chris Fischer, los reproches contra su maternidad han aumentado. Schumer, siguiendo con su estilo personal, no ha mostrado el lado amable de ser madre, no ha publicado imágenes idílicas como las que pueblan la red social en las cuentas de otras celebridades, sino que ha enseñado su cara de agotamiento, sin maquillaje, con sacaleches, acompañándolas de comentarios sardónicos.

Uno de sus últimos posts fue el que más censura levantó. En él se le veía de nuevo sobre un escenario en un club de comedia de Nueva York, 14 días después del nacimiento de su hijo. “Perdona, ¿qué? ¿No hace cinco minutos que diste a luz?”, “Cógete un tiempo” eran algunos de los comentarios más amables. “Siempre había querido ser humillada por ser madre (mom shamed)”, contestó ella. Y en su siguiente imagen, volvía al sacaleches y se la dedicaba a “esas madres” que le “hicieron sentir mal por hacer un monólogo”.

Schumer también ha recibido apoyo en público de colegas y columnistas por mostrar la realidad de ser madre trabajadora y con una profesión pública. Más apoyo que refuerza su coraza y que la invitan a seguir con sus tours cómicos y no trabajando en Hollywood. Ella, ante todo, es cómica. “Eso no cambia –dice–, a no ser que te dejes volver loca por ser una persona famosa” .

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