Como niños
El esperpento se instaló en el hemiciclo en el momento de jurar o prometer públicamente sus cargos los diputados. Hubo de todo: por la república, por Dios, por España (una obviedad), como preso político, en lenguas cooficiales, con camisetas de colectivos... todo muy variopinto, dando prueba de la enorme imaginación que tenemos cuando nos dan un minuto de gloria y una cámara. Para que reine la normalidad, bastaría un documento escrito en el momento de recoger el acta de diputado a falta de la firma del titular, con un texto legal único aprobado previamente, y que sin la rúbrica del electo este no pudiera tomar posesión del cargo. Al quedar todo en un acto privado y al no haber televisión grabando, no habría más anuncios publicitarios ni en las palabras ni en las vestimentas. Es que son como niños, o peores.
Dionisio Rodríguez Castro
Villaviciosa de Odón (Madrid)
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