Una mutilación genital femenina a bebés, legal y en hospitales privados
El 87% de las mujeres musulmanas de Malasia han sido sometidas a esta práctica, según un estudio de la Universidad de Ciencias Islámicas
Mencionar la mutilación genital femenina (MGF) evoca entornos rurales de ciertos países en África subsahariana, un procedimiento realizado en pésimas condiciones higiénicas y un requisito indispensable para que niñas y adolescentes puedan convertirse en esposas. Sin embargo, en Malasia, uno de los 30 países en los que aún se practica, las intervenciones las realizan cada día médicos de forma legal en hospitales privados a bebés de menos de un año.
Aunque no hay datos oficiales, un estudio realizado en 2018 por la Universidad de Ciencias Islámicas de Malasia concluyó que el 87% de las mujeres musulmanas entrevistadas habían sido sometidas a esta intervención. De las encuestadas, el 80% opinaba que se realiza por razones religiosas, el 78% consideraba que ayudaba a controlar el deseo sexual de las mujeres y el 59% que era beneficiosa por razones higiénicas.
Esto último es lo que cree Aishah (nombre ficticio), una joven de 23 años que trabaja en un salón de depilación de uno de los incontables centros comerciales de Kuala Lumpur. “Es algo que hacemos las mujeres musulmanas, una costumbre por una cuestión de higiene”. Sin embargo, no fue hasta que tenía 17 años cuando descubrió qué era y que a ella también se la habían realizado: “El profesor explicó en clase de biología que, igual que se hace la circuncisión a los hombres, se realiza a las mujeres. Recuerdo que me sorprendió muchísimo porque no lo sabía y no entendía qué iban a cortar de ahí. Al volver a casa, le pregunté a mi madre y me dijo que claro, que lo hacen todas las mujeres malayas y que a mí me lo habían hecho de muy pequeña. No lo supe hasta entonces”.
A pesar de que Aishah no sabe en qué consiste el proceso, afirma que, en caso de tener una hija, también se lo haría. “Es mejor por higiene, creo que para que no roce los labios… El médico sabrá hacerlo, es algo muy pequeño”. Como ella, el 97% de las entrevistadas para el estudio de la Universidad de Ciencias Islámicas de Malasia afirman que también se lo harían a sus hijas a pesar de no conocer exactamente en qué consiste. En cualquier centro médico privado, las familias pueden solicitar la “circuncisión femenina”, tal y como se denomina en el país, para sus niñas.
El Prince Court es uno de los hospitales privados más exclusivos de Kuala Lumpur, donde la mayoría del personal médico ha estudiado en universidades del Reino Unido, Estados Unidos o Australia y uno de los centros a los que acude la amplia comunidad expatriada de la capital malaya. También aquí la intervención se realiza asiduamente para las familias que lo soliciten pagando un precio de 500 a 800 ringgits (entre 100 y 165 euros).
La intervención que se realiza en Malasia es la menos invasiva, en la que se extirpa la capucha del clítoris, lo que sirve a las autoridades para hablar de “circuncisión femenina” en vez de mutilación genital
El doctor Nada Sudhakaran es cirujano pediátrico en este centro y hace unos años intentó que se eliminara esta práctica del hospital. “Hablé con el director de entonces, mostrando los argumentos de la Organización Mundial de la Salud al respecto, pero las opiniones médicas fueron desechadas por los dueños del hospital de entonces: Petronas”, explica. A pesar de lo habitual de esta costumbre, el doctor Sudhakaran no supo de su existencia hasta que volvió de estudiar en el Reino Unido en 2012. “En una ocasión, la pediatra del centro que lo practica estaba fuera y me pidieron atender a una niña recién nacida que sangraba persistentemente. Es realmente enfermizo que todavía se practique, es un procedimiento que no tiene sentido”.
Entonces, ¿por qué está tan extendida esta práctica en Malasia? El país está experimentando en los últimos años una creciente islamización a pesar de su gran diversidad donde la mayoría malaya de religión musulmana (68,8%) convive con malasios chinos (23,2%) y malasios indios (7%). En 2009, la comunidad médica, confundida por la falta de un protocolo claro y conocedora de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para erradicar la MGF, solicitó orientación al Ministerio de Salud. La demanda fue entonces redirigida al Departamento de Desarrollo Islámico de Malasia por considerarlo un asunto religioso. Fue entonces, y de manera sorpresiva, cuando en lugar de continuar el diálogo, emitieron apresuradamente una fatua (un decreto político-religioso) cambiando la práctica de “recomendada” a “obligatoria” para todas las mujeres musulmanas del país.
La intervención que se realiza en Malasia es lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica como “Tipo I.a”, es decir, la menos invasiva, en la que se extirpa la capucha del clítoris. Precisamente esta es la clave en la que se apoyan las autoridades malasias para alejarse del concepto de mutilación genital femenina y hablar de “circuncisión femenina”. En la fatua emitida en abril de 2009, rechazan específicamente el término y asegura que “en realidad, la mutilación genital femenina va en contra de la práctica de la circuncisión, tal y como está regulada por el Islam”.
En Malasia, donde la religión predominante es el islam suní, se sigue la escuela de ley religiosa shafi’i que considera la circuncisión femenina como obligatoria. Fue al emitir la fatua cuando se decidió que la práctica formaba parte de las enseñanzas islámicas y, por tanto, era obligatoria para todas las mujeres musulmanas. Tras el Corán, la segunda fuente de ley musulmana son los hadices, que representan los dichos del profeta Mahoma. En el Sahîh Muslim, parte del segundo hadiz más importante del sunismo, dice: “Cuando un hombre se sienta entre las cuatro partes (brazos y piernas de su esposa) y las dos partes circuncidadas se encuentran, entonces la ablución es obligatoria”. Esta es la base religiosa utilizada para considerar que una mujer debe ser circuncidada igual que el hombre.
Esta diferencia de criterios sobre qué es mutilación genital femenina y qué no, le ha costado a Malasia varias llamadas de atención ante la ONU. El pasado mes de febrero, durante la sesión 69º de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, Suriani Ahmad, secretaria general del Ministerio de Mujer, Familia y Desarrollo Comunitario de Malasia afirmó que en su país se practica "la eliminación del prepucio, que es la capucha de piel que rodea el clítoris". "No es perjudicial para su salud sexual. Por tanto, la circuncisión femenina que se practica en Malasia no debe ser igualada a la mutilación genital femenina”, apostilló.
En respuesta, Rosario Manalo (Filipinas), refutó: “Estoy muy perturbada por esta respuesta. Lo que se nos ha explicado y es de hecho una práctica abusiva es exactamente mutilación genital femenina y concluye diciendo que no lo es. Bueno, eso no cambia el hecho de que sí lo es”. Durante aquella sesión, también se hizo hincapié en que una fatua no tiene el poder de ley en muchos países musulmanes, que la mutilación genital femenina no es una tradición islámica y que el Comité lo considera una forma de violencia contra la mujer.
En esta misma línea se expresaron el pasado 9 de noviembre los representantes de Malasia en Ginebra ante su Examen Periódico Universal, una revisión de los expedientes de Derechos Humanos a los que se someten todos los Estados miembros. “Malasia no practica la mutilación genital femenina, sin embargo, la circuncisión femenina en bebés está permitida porque es parte de la tradición cultural. El Ministerio de Salud proporciona una guía que especifica que solo los profesionales médicos pueden realizar el procedimiento”. Esta fue la respuesta a la pregunta de Suecia de cómo el país estaba trabajando para eliminar la MGF y cambiar las actitudes que la legitiman.
Esta guía médica fue anunciada en 2012, pero ninguno de los profesionales sanitarios consultados para este reportaje en Malasia afirma haberla recibido. De nuevo, fue el Departamento de Desarrollo Islámico (JAKIM) el que publicó su propia guía. El profesor Arieff Osman, investigador del JAKIM justificaba así esta publicación: “Debemos proporcionar una guía para el público, no debemos igualar la mutilación genital femenina de África con la circuncisión genital femenina de Malasia”.
Por su parte, la doctora Maznah Dahlui, investigadora de la MGF en la University of Malaya afirma: “La medicalización constituye un mal uso del rol de la profesión médica y puede legitimar de forma errónea el corte femenino como médicamente seguro o beneficioso. Al no haber ningún beneficio médico, la medicalización debería consistir en abandonar definitivamente esta práctica”.
En una encuesta realizada por Unicef, la mayoría de las mujeres entre 15 y 49 años procedentes de 21 países de África y Oriente Medio creían que la mutilación genital femenina es una práctica que debería erradicarse. Sin embargo, en Malasia, está tan aceptada culturalmente y revestida de una obligación religiosa que la actitud general está muy lejos de rechazarla.
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