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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ese encono ¿es teatro o es cinismo?

Los virulentos ataques de Rivera a Sánchez ponen en riesgo la posibilidad de un pacto tras las elecciones

Milagros Pérez Oliva
Los candidatos Pablo Casado, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera en el debate electoral de Atresmedia.
Los candidatos Pablo Casado, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera en el debate electoral de Atresmedia.JuanJo Martín (EFE)

Es teatro o esta vez va en serio? ¿La inquina con la que los candidatos se trataron en algunos momentos era de verdad o solo era representación? Los ataques de Pablo Casado y Albert Rivera contra Pedro Sánchez, especialmente en el segundo debate, fueron muy virulentos, y aunque también se azuzaron entre ellos en su disputa por la hegemonía de la derecha, el desprecio y la falta de respeto con la que trataron al candidato socialista resultaba desagradable. No le trataron como un rival o un adversario político, sino como un enemigo. Y por extensión, como un enemigo de España.

Las puyas de Albert Rivera tenían un plus de animadversión personal inquietante. Es difícil imaginar un golpe más bajo que sacar la tesis doctoral de Pedro Sánchez para espetar, con tono arisco y displicente, que se la entregaba para que la leyera, dando a entender que se la ha hecho otro. ¿La siente realmente, esa inquina contra Sánchez, o solo la representa? La cuestión tiene trascendencia porque, según las encuestas, cabe alguna posibilidad de que el PSOE pudiera formar una mayoría con Ciudadanos, y en ese caso, los que ahora se han enfrentado con tanta acritud, ¿podrían pactar como si nada hubiera ocurrido? Para pactar una mayoría de gobierno hace falta un mínimo de confianza, de respeto mutuo. Vista la rabia, la irritación y la visceralidad con la que Rivera atacó a Sánchez, resulta difícil imaginarlo. Los puentes emocionales parecen derruidos.

Pero también cabe la posibilidad de que ese encono forme parte de una estrategia electoral efímera, de una performance desesperada fruto de los nervios y el miedo al fracaso. Al fin y al cabo, en su corta historia política, Albert Rivera ya ha demostrado que puede afirmar en campaña que nunca hará presidente a Mariano Rajoy, y luego cederle sin problema los votos necesarios para que lo sea. Y también que nunca pactaría con Vox en Andalucía, y luego formar una mayoría de gobierno gracias al apoyo de ese partido.

En todo caso, cualquiera que sea la respuesta, deja mal sabor de boca. Porque si no es teatro, es cinismo. Si representa, denigra la política porque la reduce a una farsa destinada a engañar a los electores. Y si la siente, la denigra también, porque saca la legítima disputa política del terreno de la racionalidad y la lleva al de la visceralidad de forma consciente y calculadora.

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