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Columna
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Fans contra indecisos

En una elección tan cerrada los partidos deberían ser más cuidadosos con sus renuncias

Jorge Galindo
Pedro Sánchez visita un centro de mayores en Leganés el 15 de abril de 2019.
Pedro Sánchez visita un centro de mayores en Leganés el 15 de abril de 2019. EVA ERCOLANESE (PSOE)

Cualquier campaña electoral encierra un dilema entre razón e identidad. Un candidato puede detenerse a explicar propuestas concretas que puedan convencer a un electorado interesado pero inseguro, o en su lugar lanzar consignas de amores o de odios que movilicen a los convencidos. En jerga estratégica: los partidos se debaten entre atender a sus fans y asegurarse de que el domingo lleguen a las urnas, o cortejar indecisos para que hagan lo propio. La tensión se vuelve más intensa en estos últimos días de campaña, cuando los mensajes influyen más sobre la probabilidad de votar.

Se estima que uno de cada diez votantes escogerá su papeleta este fin de semana (fuente: 40dB.). Sin embargo, los partidos parecen haber escogido hacer una campaña de fans, más que de indecisos. Mejor dicho: las candidaturas lo fían todo a la posibilidad de que los que siguen fuera no sean demasiado distintos de los que ya están dentro. Que la tensión se resuelva gracias a un gran número de conversos. La táctica es sin duda ahorrativa, pues permite concentrar mensaje en el puñado de temas que marcan trincheras y olvidarse de aquellos que resulta más complicado encasillar en el panorama actual.

Pero sí hay diferencias: si no, no seguirían sin decidir su voto; ya se habrían convertido. Por ejemplo, los indecisos son más jóvenes que el resto de votantes: un 57% de los menores de 25 años, y un 49% de 25 a 34, no sabían su voto en la encuesta preelectoral de marzo del CIS. Estos segmentos están menos preocupados que el resto por cosas como la independencia de Cataluña o las pensiones, y más por la educación o la calidad del empleo. Una distribución opuesta a la atención prestada por las campañas.

En cierta medida, el sesgo en los mensajes es comprensible porque sus tasas de voto efectivo suelen ser menores: de los indecisos (jóvenes y no) son varios los que terminan por quedarse en casa. Pero con apenas un puñado de dudosos bastaría: aunque las encuestas que conocimos hasta el pasado lunes indicaban que PSOE sumaría con Unidas Podemos, nacionalistas e independentistas, y que la derecha no lograría mayoría, bastaría un cambio de tres o cuatro puntos porcentuales a cada lado para darle la vuelta al resultado. La izquierda haría bien en no descuidar ese flanco, y la derecha podría atacarlo. Y es que en una elección tan cerrada los partidos deberían ser más cuidadosos con sus renuncias. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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