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La vida del Gran Duque Juan de Luxemburgo pende de un hilo

La familia real acompaña al antaño jefe del Estado, hospitalizado desde hace diez días

Juan, Gran Duque de Luxemburgo, con su hijo Henri, que ostenta actualmente el título.
Juan, Gran Duque de Luxemburgo, con su hijo Henri, que ostenta actualmente el título.
Álvaro Sánchez
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"El estado de salud de su alteza real el Gran Duque Juan se ha deteriorado significativamente desde ayer por la noche. Toda la familia Gran Ducal está reunida junto a su cama". El escueto comunicado publicado este domingo por la Casa Real luxemburguesa ha generado preocupación sobre la situación del hombre que ostentó la jefatura del Estado durante casi 36 años, entre 1964 y 2000.

Tras diez días hospitalizado por una infección pulmonar, las noticias evolucionan a peor. Poco después de ser ingresado, las autoridades informaron de que su salud estaba mejorando, pero en las últimas horas el optimismo se ha desvanecido. Aunque en 2016 ya superó una bronquitis, las dos breves frases con las que se describe su estado apuntan a que, a sus 98 años, el Gran Duque Juan, considerado en su país un héroe de guerra, puede estar librando una de sus últimas batallas.

Hijo mayor de la gran duquesa Carlota y del príncipe Félix de Borbón-Parma, nació en el castillo de Berg el 5 de enero de 1921, y en su condición de primogénito de una monarquía católica fue apadrinado por el Papa Benedicto XV. Su infancia transcurrió sin alejarse demasiado de los muros de la fortaleza hasta los 13 años, cuando fue enviado a estudiar a Yorkshire (Inglaterra) durante cuatro años. Esa primera gran separación familiar pronto se volvería una minucia ante lo que estaba por venir: el caudal de la historia lo arrastraría a la Segunda Guerra Mundial, el mayor conflicto bélico que ha conocido el mundo.

En 1940, todavía príncipe heredero del Gran Ducado, huye al exilio junto a sus padres ante la inminente ocupación nazi del país. Tras un periplo por Europa, se traslada a Canadá, donde cursa Derecho y Ciencias Políticas durante algunos meses en Quebec antes de que el esfuerzo bélico interrumpa sus estudios. A los 21 años decide unirse como voluntario al ejército británico, y tomará parte en el Desembarco de Normandía el 11 de junio de 1944, cinco días después de su inicio. También participará en la batalla de Caen y en la liberación de Bruselas, si bien el momento más simbólico llega cuando entra con las tropas aliadas en su Luxemburgo natal, de donde los nazis son expulsados tras cuatro años de ocupación.

Ese bagaje militar le sería recompensado con múltiples condecoraciones. Y una vez termina la contienda, asume diversos papeles institucionales al mando de la organización de boyscouts, del Comité Olímpico luxemburgués y de la asociación de antiguos combatientes. En el ámbito personal, a los 32 años se casa con la princesa belga Josefina Carlota, hermana de los reyes Balduino y Alberto II de Bélgica, con la que tendrá cinco hijos.

Su salto a la jefatura del Estado le llega en 1964, a los 43 años de edad, con la abdicación de su madre, la gran duquesa Carlota, muy querida en su país por haber rechazado colaborar con los nazis, una decisión que dotó de legitimidad a la continuidad de la monarquía. Mientras la gran duquesa se aparta de toda actividad política y se dedica a la lectura y la jardinería en el castillo de Fischbach hasta su muerte en 1985, su vástago vive de primera mano los grandes cambios de la segunda mitad del siglo XX. La construcción europea germina en la UE, la Guerra Fría llega a su final con la caída de la Unión Soviética —se vio en Estados Unidos con el presidente John F. Kennedy seis meses antes de que este fuera asesinado—, y el boom económico convierte a Luxemburgo en el país con mayor renta per cápita de la UE gracias a un discutido modelo fiscal que propicia el desembarco en el Gran Ducado de decenas de bancos y grandes empresas.

Retirado del cargo en el año 2000, a los 79 años, en favor de su hijo Enrique, su momento más duro llega con la muerte en 2005 de su esposa Josefina Carlota, con la que llevaba casado 51 años, de un cáncer de pulmón. En su funeral, según el protocolo, debía encabezar el cortejo fúnebre, pero por problemas de salud aguardó la llegada del féretro en la catedral, para acompañarlo, visiblemente emocionado, en el corto trayecto hasta el altar.

Su última fotografía fue tomada hace solo tres meses y medio, cuando festejó su 98 cumpleaños rodeado de sus hijos, nietos y bisnietos. La familia que ahora aguarda junto a su cama la evolución de sus problemas pulmonares.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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