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Columna
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Retrotopía

Hoy vemos cómo las derechas nos remiten a la búsqueda de ese pasado idealizado donde el poder era sólido, unificado y centralizado

Cristina Monge
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, en el foro ABC-Deloitte.
El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, en el foro ABC-Deloitte.Victor J Blanco (GTRES)

La ciencia ficción más reciente, el cine futurista más provocador y los videojuegos que más pasiones despiertan en los adolescentes tienen muchas cosas en común. Entre otras, la proyección de un futuro distópico entre escenarios tenebrosos.

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En lo que se considera uno de sus testamentos, Bauman habla de Retrotopía. Con esta idea el filósofo describe ese anhelo de buscar la utopía en un pasado idealizado, una vez que el futuro ha dejado de ser el lugar de esperanza en que se materializarán los mejores ideales y los más felices sueños, para convertirse en un espacio tenebroso plagado de amenazas y dominado por el miedo.

Hoy vemos cómo las derechas nos remiten a la búsqueda de ese pasado idealizado donde el poder era sólido, unificado y centralizado, la vida discurría alrededor de una familia que hoy algunos llaman “natural” y se vivía con unas reglas del juego claras. El presente y el futuro eran predecibles. Una España en blanco y negro, sí, pero no había duda de qué era blanco y qué era negro, responden.

El mundo de hoy es todo lo contrario. La gestión de la crisis económica nos ha dejado un panorama de mayor y creciente desigualdad que se irá agudizando por el crecimiento de brechas múltiples relacionadas con el acceso al conocimiento, la capacidad para surfear la revolución tecnológica, la movilidad tanto geográfica como social, etc. Mientras, el Estado se bate en retirada y ya no ejerce de cielo protector.

A este sentimiento de incertidumbre y temor es al que se dirige la derecha y para conjurarlo aplica la idea de retrotopía. Ante el avance del independentismo en Cataluña y de apuestas federalistas, proponen más recentralización. Se olvidan así de los avances que el Estado de las autonomías ha traído estos cuarenta años, de que ellos han sido parte de ese éxito, y de que en un mundo con el poder cada vez más atomizado la única forma de ejercerlo es compartiéndolo; eso que se llama gobernanza multinivel.

Ocurre algo parecido en el ámbito de lo privado. Ante formas de convivencia más plurales, Vox de forma explícita y el Partido Popular a través de su visión sobre el aborto o su posicionamiento sobre propuestas del movimiento feminista, nos retrotraen a ese espacio de protección que era la “familia natural” compuesta por un matrimonio heterosexual y dos o más descendientes. El problema ya no es sólo que la familia no pueda conjurar por sí sola los riesgos actuales. Es que, además, ese modelo de familia está en vías de extinción. Casi la mitad de los bebés que nacen en España lo hacen fuera del matrimonio, y las formas que puede adoptar la familia se multiplican alejándose de esa idea de uniformidad.

El miedo es humano y el panorama que tenemos ante nosotros se encarga de agrandarlo. Para conjurarlo hay que buscar fórmulas de protección y solidaridad que además de parecer eficaces, lo sean. Lo contrario son brindis al sol y falsas promesas de seguridad.

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Sobre la firma

Cristina Monge
Imparte clases de sociología en la Universidad de Zaragoza e investiga los retos de la calidad de la democracia y la gobernanza para la transición ecológica. Analista política en EL PAÍS, es autora, entre otros, de 15M: Un movimiento político para democratizar la sociedad y co-editora de la colección “Más cultura política, más democracia”.

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