La urna valenciana
El adelanto de estos comicios no deja de ser una jugada incierta en un tiempo en el que importa más sumar que ganar
El próximo 28 de abril los ciudadanos de la Comunitat Valenciana tendrán una tercera urna: la autonómica. Por primera vez en su historia esta comunidad se sale del ciclo electoral ordinario y, emulando la frecuente práctica andaluza, hará sus comicios concurrentes con las elecciones generales.
Un argumento que ha empleado el presidente Ximo Puig para justificar el adelanto es un probable aumento de la participación electoral. Dado que los ciudadanos tienden a votar más en las elecciones generales, consideradas de primer orden, con seguridad depositarán también la papeleta de Les Corts. Es verdad que en las elecciones autonómicas de 2015 ya votó sobre el 71% y suelen rondar esa cifra, pero todo lo que suba por encima la participación de las generales —con la polarización que se vislumbra, parece factible— serán votantes adicionales.
Ahora bien, lo que no está tan claro es el corolario de que esta subida beneficie a las izquierdas. Con cifras de movilización casi equivalentes se produjeron tanto las mayorías absolutas de Francisco Camps como el Pacto del Botánico, que gobierna en la actualidad. Con récord de participación en las generales de 2008 los populares incluso mejoraron sus resultados. Por lo tanto, ni la participación en la Comunitat es tan baja como en otros lugares —luego el margen de crecimiento es más bajo, no es Andalucía— ni necesariamente tiene por qué engrosar la cuenta de resultados del convocante.
Del mismo modo, es poco probable que el debate valenciano pueda abrirse paso dada la desproporcionada atención mediática que tendrá la arena estatal. Esta “contaminación” es estratégicamente provechosa para el PSPV al atar su fortuna a la de un PSOE que se ve primera fuerza, incluso aportando el motor valenciano a tal fin. Sin embargo, también podría beneficiar tanto al PP como a Vox. Después de todo, sus candidatos autonómicos son poco populares o inexistentes, pero podrán tener un puntal clave en la centralidad del debate nacional. Ciudadanos quedaría atrapado en tierra de nadie.
Por tanto, este adelanto puede ser bueno para el PSPV, pero quizá no lo sea tanto para reeditar el Pacto del Botánico, con Compromís y Podemos. El partido de Mónica Oltra, sin duda, se verá perjudicado por un contexto nacional en el que el pararrayos de la izquierda estatal será el partido socialista. Este último aleja el sorpasso al precio de que la coalición de la actual vicepresidenta lo tenga más complicado para marcar un perfil propio, lo que puede complicar la suma de las izquierdas, especialmente si Podemos se desploma tanto como anticipan los sondeos. En consecuencia, y asumiendo que queda una campaña decisiva y que el contexto es volátil, este adelanto de comicios no deja de ser una jugada incierta en un tiempo en el que importa más sumar que ganar. Que vuelen altos los dados.
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