_
_
_
_
_

Cómo sentirse James Bond conduciendo sobre el hielo

Seat celebró el primer aniversario del Cupra Ateca en pleno pirineo andorrano. El resultado: la sensación real de formar parte de un rodaje cinematográfico

Cupra Ateca, un “todocamino” de cuerpo poderoso, 300 caballos de potencia y un sistema de tracción integral que te da el control completo de cada parte del coche.
Cupra Ateca, un “todocamino” de cuerpo poderoso, 300 caballos de potencia y un sistema de tracción integral que te da el control completo de cada parte del coche.

Estamos acostumbrados a ver campañas publicitarias de coches donde los vehículos dejan los ambientes urbanos para adentrarse por carreteras montañosas, someterse a condiciones climatológicas adversas o circular por carreteras más bien extremas. Y en cada caso siempre el mismo mensaje bajo la pantalla: “Imágenes rodadas por especialistas en circuito cerrado”.

Y lo cierto es que para celebrar el primer cumpleaños del Cupra Ateca, Seat organizó una experiencia de conducción en un circuito de hielo en la estación andorrana de esquí del Pas de Casa, y el resultado fue sentir que, por una vez, tú eres el especialista que conduce en circuito cerrado. Es parte de la propia idiosincrasia del Cupra: un “todocamino” de cuerpo poderoso, 300 caballos de potencia y un sistema de tracción integral que te da el control completo de cada parte del coche.

Todo ayuda a la experiencia cinematográfica. En primer lugar, el marco: un sol espléndido reflejado en las laderas nevadas de la estación de Grandvalira, en plena frontera entre Andorra y Francia. También ayuda la compañía: el embajador de Cupra, Saúl Craviotto, con sus cuatro medallas olímpicas y su título de vencedor de Master Chef Celebrity, también está a los mandos de otro coche. Y él sí que parece sacado de un anuncio conduciendo sobre la pista de hielo, con su imponente presencia física y esa sonrisa tímida con la que siempre parece que le dé vergüenza estar siendo el centro de atención. Y, por supuesto, el propio logo de Cupra: dos “ces” entrelazadas que podrían pasar por la señal identificadora de unos “transformers”.

El probador de Seat se coloca en el asiento del copiloto y va dando las indicaciones con tranquilidad pero sin dejarse ningún detalle atrás: ahora vas a sentir que las ruedas traseras se bloquean, ahora pisa a fondo, gira el volante todo a la izquierda. Las ruedas se resbalan en el hielo y parece que el coche se va a abalanzar contra las barreras de nieve pero la tracción integral funciona como un reloj y el vehículo se endereza. La risa de alivio se escapa y el probador guiña un ojo y pregunta: “¿Damos otra vuelta más? Pero ahora vamos a poner el control manual en vez del automático”.

Los esquiadores bajan en fila por las laderas de Grandvalira. El telesilla gira con parsimonia y el coche delante del nuestro se pone en marcha. Saúl se ajusta las gafas de sol, saca su móvil y comienza a grabarnos, mientras nos hace un gesto afirmativo con el pulgar. “¿Vamos?”, pregunta el probador. Y, por una vez, el coche que va por carreteras imposibles en los anuncios y las películas es el que estamos conduciendo nosotros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_