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Columna
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Feminismo, catacumbas o ‘prime time’

El 8-M de 2019 ha triunfado ya, porque el mes que viene vamos a votar y nunca antes se tuvo tan en cuenta al 51,6% del censo electoral

Pepa Bueno

Un año después del 8-M de 2018, el paisaje ha cambiado más de lo que parece a simple vista. Estamos a punto de ir a unas elecciones múltiples, tras un Gobierno breve, mayoritariamente femenino, y con el machismo, que siempre estuvo ahí, decidido a dar en la plaza pública sus últimos coletazos —y cuidado, que los últimos coletazos suelen ser fuertes y no tienen por qué ser breves—. Pero hoy, un año después, prácticamente todos los partidos políticos sienten la obligación de presentar sus credenciales feministas. Con aciertos, errores, trampas o buenas intenciones, pero el 8-M ha conseguido cambiarles la agenda.

Hace un año, el Foro Económico Mundial decía que al ritmo actual de las políticas de igualdad tardaríamos un siglo en alcanzar el objetivo. Cien años parecen poco visto en perspectiva histórica. El problema es que muchas mujeres han perdido la paciencia, sobre todo las jóvenes, según la encuesta de 40dB. publicada por este periódico. Esa paciencia, tejida a lo largo de los siglos por sus abuelas y tatarabuelas, se les ha agotado a un buen número de hijas de las primeras generaciones de españolas que han votado, trabajado, se han emparejado y desemparejado, han viajado y decidido sobre sus vidas. Quieren igualdad y la quieren ya. A ver cómo arreglamos esto. Porque enfrente tienen la reacción contrarreformista de algunos hombres —y algunas mujeres también— asustados ante la posibilidad de que cambie su posición en el mundo o simplemente de tener que volver a aprender reglas nuevas para vivir. Incluso, muchos que parecían tenerlo asumido se alarman ahora ante el ímpetu, la insistencia y la irreversibilidad que adivinan en el movimiento feminista.

Cuántas hemos vuelto a escuchar recientemente eso de “Oye, ¿no os estáis pasando? ¿Otra vez? Vais a provocar el efecto contrario…”. La misma cantinela que llevamos escuchando toda la vida.

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Hace un año, el efecto sorpresa de una movilización que creció como un tsunami amortiguó las discrepancias en asuntos como la prostitución o los debates entre quienes prefieren la pureza de sangre feminista en las catacumbas al fragor de las discusiones a campo abierto entre mujeres con diferentes realidades y puntos de vista. Pero, a pesar de todo, el 8-M de 2019 ha triunfado ya, porque el mes que viene vamos a votar y nunca antes se tuvo tan en cuenta al 51,6% del censo electoral.

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