_
_
_
_
_

Esther Vivas: “La maternidad debe ser feminista. Hay que rescatar a las madres del patriarcado”

La autora de 'Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad' analiza los retos a los que se enfrentan las madres hoy

getty

“El ideal materno oscila entre la madre sacrificada, al servicio de la familia y las criaturas, y la superwoman capaz de llegar a todo compaginando trabajo y crianza”. Con esa frase lapidaria arranca Esther Vivas su Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Capitán Swing), un ensayo –disponible en castellano y catalán (‘Mamá desobedient’, Ara Llibres)– en el que la periodista analiza los retos a los que se enfrentan las madres hoy. Lo hace con su habitual estilo reivindicativo y sin olvidarse de dónde venimos y hacia dónde vamos, apoyándose en interesantes referencias que van desde las sufragistas hasta las asociaciones que visibilizan fenómenos como la lactancia o el parto. También nos pone frente a frente con cuestiones tan controvertidas como la maternidad subrogada, los permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles, la violencia obstétrica y el derecho a un parto respetado o el negocio de la lactancia artificial. “Cómo vamos a vivir la maternidad no solo depende de las prácticas que nosotras podamos llevar a cabo sino también del medio en el que se ejerza esa maternidad”, dice su autora. Una maternidad que, en opinión de la periodista, no podremos vivir libremente si no nos rebelamos contra lo establecido. O más allá, si no convertimos la maternidad en un asunto público para que ocupe el lugar en el que siempre debería haber estado.

Más información
¿Quién cuida a las madres?
El silencio de la enfermedad mental materna

Pregunta. La maternidad ha sido un asunto “incómodo” para el feminismo. ¿Cómo definirías lo que es una maternidad feminista?

Respuesta. Para mí una maternidad feminista es una maternidad desobediente, una maternidad insumisa, que rompe con los arquetipos que nos han impuesto a lo largo de la historia, que rompe con la maternidad patriarcal que ha encerrado a las madres en el hogar y que ha infravalorado el trabajo de los cuidados. También creo que es aquella que rompe con la concepción neoliberal actual de la maternidad en la que la crianza y el cuidado quedan supeditados al mercado.

Cuando hablo de esta maternidad insumisa, rebelde, desobediente, no se trata tanto de idealizar la maternidad como de darle ese valor político, social y económico que tiene y que le ha sido negado.

P. ¿Qué dirías que aporta el feminismo a la maternidad y viceversa?

R. Tradicionalmente la maternidad ha sido un tema muy incómodo para el feminismo porque ha sido un mecanismo de control del patriarcado. El feminismo se ha rebelado contra esa imposición pero no se han abordado debates de fondo sobre lo que implica la maternidad y queda una relación mal resuelta entre feminismo y maternidad.

Por lo tanto, no creo que se trate de renegar del hecho de ser madres sino de las condiciones en las que somos madres en el patriarcado. El problema de la maternidad no es la maternidad en sí misma sino la instrumentalización que ha hecho el patriarcado de la maternidad. Desde un planteamiento feminista lo que se debe hacer, y cito a Adrianne Rich, es romper con esa “institución” de la maternidad; con esa imposición de lo que debe ser la maternidad, y recuperar la experiencia materna sin idealizarla para poderla vivirla libremente.

P. Mencionabas antes que debemos darle a la maternidad el valor político, social y económico que tiene. ¿Debe ser entonces un asunto público?

R. Por supuesto, la maternidad y la crianza deben ser un asunto público. Vivir la maternidad de una manera plena no solo se tiene que reivindicar desde un punto de vista individual sino también desde un prisma social y político porque, al final, cómo la vamos a vivir no solo depende de las prácticas que nosotras podamos llevar a cabo sino también del medio en el que se ejerce esa maternidad. Y el medio, lamentablemente, es un medio hostil a la crianza, hostil a las madres. La violencia obstétrica es un claro ejemplo de cómo no se tienen en cuenta las necesidades de las madres. También se ve claramente en la lactancia materna porque vivimos en una sociedad que dificulta esta práctica.

Hay que dejar claro que sin otro modelo de reproducción social es muy difícil vivir otra maternidad que rompa con el binomio de la maternidad patriarcal y la maternidad neoliberal.

P. No sé si a las madres se nos está escuchando a nivel social. Me viene a la cabeza el movimiento de PETRA por la ampliación de los permisos maternos o la reivindicación por parte de asociaciones como la AEPap para que se alcancen al menos los seis meses para facilitar la lactancia materna.

R. En general las madres han sido interpretadas como sujetos pasivos, no como sujetos activos. Y lo que vemos en los últimos tiempos es que se ha entrado en una dinámica de organización de las propias madres ante un contexto que se ha constatado que es hostil a una serie de derechos que como madres deberíamos tener, como el derecho a un parto respetado, a poder dar de mamar dónde y cuándo queramos, o a tener unos subsidios y unas ayudas dignas.

El permiso de paternidad se ha ampliado un 150% en tan solo un año mientras que el de maternidad no se ha aumentado ni un ápice y continúa siendo el mismo desde el año 1989. En 30 años el permiso de maternidad no se ha movido de las 16 semanas. Asociaciones como PETRA  son el resultado de una propuesta de permisos iguales e intransferibles que menosprecian las demandas y las necesidades de un número significativo de madres que lo que plantean es tener el derecho a poder cuidar de sus hijos. Esa demanda no es incompatible con unos permisos de paternidad que necesariamente tienen que ser más amplios. El problema es que el debate de los permisos iguales e intransferibles pone el énfasis en ampliar el permiso de paternidad, que obviamente hay que ampliarlo porque es escaso, pero obvia la necesidad de ampliar el permiso de maternidad. Desde mi punto de vista el reto es cómo ampliamos el permiso de maternidad para que sea compatible con los seis meses de la lactancia materna exclusiva sin dejar al mismo tiempo de ampliar el de paternidad.

P. Madres solas, madres adoptivas, “madrastras”… Hay muchas formas de ser madre, pero sobre la gestación subrogada lo tienes claro: “No es una técnica de reproducción asistida más sino un proceso biológico mercantilizado por el sistema capitalista…”.

R. Cuando hablamos de “vientres de alquiler” no podemos negar que detrás hay unos intereses económicos muy concretos. Pero lo que hay que señalar muy claramente es que la gestación subrogada convierte el útero de la mujer y el embarazo en objeto de negocio. Está claro que querer ser madre y querer ser padre es muy comprensible, pero no se pueden anteponer los deseos individuales a derechos de terceros como son los derechos de las criaturas y de las madres gestantes. Además, no podemos olvidar que las mujeres que hacen este tipo de prácticas están en una condición de desigualdad económica y social muy importante; si lo hacen es porque necesitan dinero.

P. Ser madre, ¿es un derecho o un privilegio?

R. Yo creo que ser madre es un derecho, pero un derecho que no puede chocar con los derechos de otros. No puedes imponer el derecho de ser madre vulnerando el derecho de otra mujer o de un bebé, si hablamos de gestación subrogada, por ejemplo.

En cuanto a si ser madre es un privilegio creo que actualmente estamos viviendo en un contexto en el que verdaderamente lo es, en el sentido de que no se dan las condiciones necesarias para poder ejercerla de manera libre.

En la actualidad la maternidad ya no es un destino único para las mujeres, podemos escoger si queremos ser madres o no, pero en este contexto en el que se supone que somos libres, lo que constatan los datos es que las mujeres tenemos cada vez más dificultades para poder ejercer de madres. Cuando miramos los datos vemos que 1 de cada 4 mujeres nacidas en 1975 no serán madres, y la mayoría no lo será a pesar de desearlo. En España hay una gran diferencia entre los hijos que las mujeres desean y los que finalmente tienen. La precariedad laboral, el precio de la vivienda o las dificultades económicas conducen a problemas de fertilidad porque se posterga el hecho de tener hijos. Aquí es cuando la maternidad se puede convertir más en un privilegio que en una práctica ejercida de una manera libre.

P. El libro está impregnado de tu experiencia vital como madre. ¿Ha cambiado tu maternidad la forma de ver la propia maternidad?

R. Por supuesto. Yo nunca me había planteado antes de tener un hijo lo que implicaba la maternidad. Es a raíz de quedarme embarazada, de buscar información sobre el parto, cuando me doy cuenta de la cantidad de derechos que como mujeres se nos vulneran, empezando por el derecho a un parto respetado. La semilla de Mamá desobediente está ahí y en la pregunta: ¿cómo es posible que unas prácticas tan esenciales para la reproducción humana como son gestar, parir y amamantar sean profundamente ignoradas? E ignoradas no solo a nivel social o político sino incluso en los espacios de activismo social.

P. Por último, ¿qué crees que necesitamos para “deconstruir” los infinitos mitos que rodean a la maternidad?

R. Yo creo que es necesario reapropiarnos de la maternidad en un sentido feminista y emancipador, rescatar el ejercicio materno del patriarcado. Tenemos ese lema feminista que es tan claro y que dice que “lo personal es político”, pues la maternidad también lo es. Y no se trata de tener una visión romántica de la misma sino de reconocer el papel fundamental que ha jugado y que juega la maternidad en la sociedad y otorgarle el lugar que le corresponde.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_