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¿Quién cuida a las madres?

Afrontar la maternidad en mejores condiciones pasa por aceptar esta realidad o por reinventar la tribu ante la ausencia de ese soporte social, familiar e, incluso, institucional

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Nadie parece preocuparse por cuidar a las madres. A las madres, y a las mujeres en general, se nos invita – o se nos exige – autocuidarnos sin omitir una responsabilidad mayor que incluye no pocas elecciones y que puede resumirse en cuatro palabras: cuidar a los demás. Y llegar a todo, por supuesto, sin despeinarnos ni hacer mucho ruido. Pero transitar la maternidad – aunque haya sido elegida y deseada – y salir indemne de ella cuando formas parte de un tejido social tan raído que es casi traslúcido es en realidad proyectar una utopía. Una más enorme todavía cuando el único paraguas de medidas que resguarda los cuidados lleva implícita una obligada renuncia a maternar pasadas 16 semanas.

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Quizás haya que plantearse cómo dignificar los cuidados para situarlos en el lugar que merecen y que la crianza “intensiva” –y solitaria– o la externalización de los cuidados deje de ser la dualidad predominante. También para que las madres dejen de buscar equilibrios imposibles para poder asumir la carga mental y física que supone criar en una sociedad que se ha olvidado de ellas, y en la que la mayoría de las veces no tienen verdadera libertad para elegir.

El autocuidado en las madres

Para Natalia Valverde, psicóloga y fundadora del Centro de Psicología Perinatal que lleva su nombre, tener un hijo supone “uno de los acontecimientos vitales más importantes” en la vida de una persona, no solo porque “cuando llega al mundo, el bebé es frágil y dependiente (“Necesita que hagan todo por él y esto supone 24 horas diarias de atención, cuidados, preocupaciones y toma de decisiones”), sino porque cree que hay que añadir la carga mental que supone la transformación personal. “El cambio de identidad que supone pasar de ser hija a ser madre es un proceso largo y complejo que comienza ya en el embarazo y supone todo un trabajo psíquico y un camino que no siempre es fácil recorrer”, explica. En este sentido, insiste en que cada mujer va a vivir de manera diferente su maternidad y “cómo se sienta o qué necesite va a depender de factores complejos como su personalidad, la de su bebé o los recursos de que dispone”.

No son pocos los textos que hablan del impacto de las madres en sus hijos más allá de los cuidados físicos. Según la psicóloga es importante para el bebé, por ejemplo, sentir que su madre disfruta atendiéndole, sentirse querido y especial. “Si una mujer se encuentra mal, estará en peores condiciones de cuidar de una manera afectuosa y plena, en el sentido de disfrutar de la crianza”, opina, y añade que no hay una manera correcta de cuidarse “para todas” ya que cuidarse tiene que ver entre otros con “poder respetar nuestras necesidades pero también nuestros gustos, nuestras opiniones y con poder elegir libremente la manera en la que queremos criar a nuestros hijos sin sentirnos culpables por ello”.

“Es muy interesante que se insista en el autocuidado en las madres”, afirma Laura Cardús, antropóloga, investigadora y una de las fundadoras de Mater, el observatorio de las maternidades y paternidades contemporáneas, que hace hincapié en la exigencia social hacia las madres sin que se las apoye en el camino: “Es paradigmático que además de cuidar de otros y otras (cosa que hacemos normalmente con pocos apoyos), nosotras tengamos, solitas, que encargarnos de hacernos masajes, dormir 8 horas, leer una novela e ir al gimnasio con regularidad, además de cultivar algún hobby. En el fondo se nos está diciendo que tengamos bebés porque esto es necesario para la sociedad (o para pagar las pensiones), pero que seamos productivas e individuos independientes lo más pronto posible después del parto”.

Encontrar el bienestar cuando no hay soporte

Un estudio llevado a cabo por dos investigadoras del departamento de psicología de la Universidad de Arizona analizó en 2015 qué factores ayudaban a las madres a afrontar la maternidad con mayor bienestar. Entrevistaron a más de 2.000 mujeres (clase media-alta) e identificaron cuatro factores fundamentales que influían en una actitud más positiva: sentirse queridas incondicionalmente, sentirse cómodas cuando están “en peligro”, autenticidad en las relaciones y satisfacción con las amistades. La relación de pareja no tenía un efecto tan directo sobre el bienestar emocional como la frecuencia de las reuniones con amigas, un factor que mejoraba todas las variables medidas.

“Podrías entender cualquier sociedad observando solamente cómo crían las madres”, cuenta Laura Cardús para quien si bien la sociedad individualista y las familias nucleares son ideales para el funcionamiento capitalista, también se convierte en “una bomba de relojería” para las personas. “A menos que decidas vivir perfectamente adaptada al sistema (sin hijos o hijas, produciendo en tu trabajo y consumiendo hasta morir o bien externalizando los cuidados), los equilibrios que hay que hacer para reproducirse, cuidar a quién lo necesita y además sobrevivir dignamente, son francamente complicados y los acarrea cada una sobre sus hombros”, lamenta.

Afrontar la maternidad en mejores condiciones pasa por aceptar esta realidad o por reinventar la tribu ante la ausencia de ese soporte social, familiar e, incluso, institucional a través de la inversión en políticas familiares. Recuerda Natalia Valverde que pese a que para cuidar de un bebé, y más delante de un niño pequeño, se necesita soporte, en nuestro país las mujeres cada día estamos más solas. “En ocasiones la familia vive lejos, o no tienes buena relación con ella. Tus amigas pueden no tener hijos o que sean de edades diferentes por lo que lo normal es que te encuentres en casa sola con tu bebé y nadie con quien hablar y compartir experiencias. Criar sola de un hijo es una tarea ardua que puede llegar a sobrepasarte”. ¿Cómo encaja el bienestar de las madres aquí? Para Valverde una opción es buscar apoyos o ayudas siempre y cuando sea algo elegido.

La antropóloga Laura Cardús habla de la existencia de redes que se crean al margen de lo que la sociedad nos ofrece o de las exiguas redes de apoyo que aún se dan en algunas familias que tienen la suerte de vivir cercanas y disponer de miembros con suficiente tiempo no laboral para cuidar. Pone como ejemplo el documental “Familia no nuclear”, de Joan López Lloret, en el que se describen cuatro experiencias en Barcelona donde mujeres y hombres se organizan en comunidad apoyando el cuidado de los pequeños y de las madres. “Evidentemente, estos intentos de reinventar una tribu son necesarios cuando nos damos cuenta de cuán complejas y exigentes son las identidades contemporáneas (queremos ser personas profesionales, activistas, amantes, intelectuales, informadas, con aficiones y no aburrirnos nunca) y qué insostenible es querer todo esto y además esperar que la sociedad se reproduzca”, concluye.

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