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Columna
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La asfixia

PP y Cs refuerzan la táctica independentista, practicando un permanente acoso y derribo contra Pedro Sánchez, sin importarles los intereses del Estado

Albert Rivera e Inés Arrimadas en el Parlamento de Cataluña.Foto: atlas | Vídeo: EUROPA PRESS / ATLAS
Antonio Elorza

Un teólogo vasco, Rafael Aguirre, solía decir que el Partido Nacionalista Vasco vencía siempre por maceración. En el caso del independentismo catalán se da un paso más: el medio empleado para forzar el sometimiento del otro es la asfixia. Nada parecen importar los intereses económicos de Cataluña en los Presupuestos Generales del Estado, ni el conocimiento de que el Gobierno puede intervenir a posteriori mediante indultos pero no interferir en un procedimiento judicial, ni los riesgos de un vacío político que tras el desplome del PSOE llevaría a PP y Ciudadanos al Gobierno, y de nuevo a la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Por encima de las diferencias tácticas entre los principales grupos separatistas, impera la dimensión finalista, la independencia de Cataluña, y para ello juzgan indispensable el debilitamiento de Pedro Sánchez, sin que cuenten las reiteradas muestras del presidente de estar dispuesto a la negociación, limar aristas, pasar por alto acusaciones groseras, y buscar un espacio de entendimiento a toda costa.

Tampoco es nada nuevo. El pressing en todo y por todo supone llevar a la exasperación la estrategia definida desde los orígenes del procés. La clave residía en la apropiación fraudulenta de la etiqueta “democracia”, enfrentada a “Constitución”. Todo avance de las posiciones independentistas, a golpe de fraudes de ley, debía ser asumido en silencio, so pena de que gobierno y Estado resultaran tildados de antidemocráticos y franquistas. Fue el mayor desastre de Rajoy: la pasividad ante el acceso a la hegemonía, incluso en Europa, de un adversario nada democrático, verdugo del pluralismo en la propia Cataluña. Así aplastar la legalidad parlamentaria el 6 y 7 de septiembre de 2017, el cerco de masas a las fuerzas de orden público el 20, la proclamación de la independencia el 27-O, nunca serían actos de rebelión, sino ingenuos ejercicios de la libertad de expresión. Tardà dice que no se puede gobernar contra la mitad de catalanes. Pues ellos vienen haciéndolo tranquilamente contra más de la mitad. ¿Gobernando?

Entre tanto PP y Ciudadanos refuerzan la táctica independentista, practicando un permanente acoso y derribo contra Pedro Sánchez, sin importarles los intereses del Estado. Actúan como una extraña especie de partidos al mismo tiempo conservadores y desestabilizadores, mirando solo a las próximas elecciones. Más allá del problema catalán. Ahí tenemos su descalificación cuando el Gobierno cargó inequívoca y arriesgadamente contra Nicolás Maduro. Los ocho días les parecían una concesión inadmisible; tampoco contaba que tal era la postura europea. Y así en Cataluña, cuanto peor mejor. En suma, el guión se asemeja al de un viejo clásico del cine, Solo ante el peligro, con la diferencia de que el protagonista aquí y ahora no tiene balas para su revólver. Su único recurso es esquivar los disparos de los enemigos.

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