La nueva vida de Hugh Jackman
El actor, que ha dejado atrás su papel de Lobezno, se siente más libre que nunca, define a su mujer como “el pilar" de su vida, y descarta dedicarse a la política
Hugh Jackman tenía 29 años cuando cumplió el único sueño que había anhelado toda su vida: actuar en el Royal National Theatre de Londres. Todo lo que ha venido en los 21 años siguientes, lo considera “un extra”. Lo dice desde la humildad y la sinceridad, dos cualidades que le han concedido el sobrenombre de el tipo más simpático de Hollywood.
Por eso ahora se siente libre de dar el giro hacia la carrera que desea. Este cambio, que lleva gestándose varios años, incluye todo tipo de géneros: drama en el cine con El candidato, que se estrenará en España el 22 de febrero, y su regreso a los escenarios, el lugar donde se siente “más cómodo”. Esta vez lo hará con un espectáculo en solitario, The man. The music. The show, que le llevará este verano por estadios del mundo cantando sus grandes éxitos.
“No soy una persona que tienda a marcarme objetivos”, dijo en 2013 antes de recoger el Premio Donostia a toda su carrera. “Si me los hubiera puesto hace 25 años, habría cumplido ya todos. Las metas te limitan mucho. Trabajas muy duro para llegar a ellas, y te dejas cosas por el camino. Es mejor estar abierto a diferentes ideas. Mi objetivo como actor, si tuve uno, era y ha sido pagar el alquiler, mis facturas”.
Hace ya mucho que sus facturas y las de su familia —casado desde 1996 con la actriz Deborra-Lee Furness, a la que conoció en su primer trabajo, y con quien tiene dos hijos adoptados— se pagan solas. Los únicos límites que se ha encontrado son los que otros le han puesto a lo largo de su trayectoria cuando se han empeñado en etiquetarlo. “He tomado decisiones sobre hacer obras o películas con las que no estaban de acuerdo los que me rodeaban. Según mi experiencia, no puedes controlar todo lo que va a pasar. Por ejemplo, nadie esperaba que Lobezno fuera un éxito”.
Y lo fue. Lauren Shuler Donner, productor de la saga X-Men, le descubrió en un teatro londinense interpretando Oklahoma!, y le propuso como el mutante de garras de adamantio y espesas patillas. Su entorno le recomendó que no firmara por las tres películas que le ofrecieron, él, que ya les había hecho caso y había renunciado a The Boy from Oz, en Broadway, tiro de sus instintos. Firmó y las tres películas se convirtieron en nueve a lo largo de 17 años: de 2000 a 2017.
“La mayor lección que saqué de esa experiencia fue: sigue tus instintos”, cuenta durante la entrevista realizada en Nueva York. Aunque lo verbalice ahora, en realidad ha actuado así toda su vida, salvo en contadas excepciones. Cuando a los 11 años dejó de ir a clases de baile y canto porque alguien le dijo que “era de nenazas”. “Volví a los 18 y me arrepentí de haber hecho caso”. Le volvió a ocurrir cuando rechazó The Boy from Oz, la primera vez que se lo ofrecieron. La segunda vez que le llegó el proyecto, no dudó y se desquitó con una gira internacional, ganó un Tony y una invitación a presentar los Oscar en 2009, justo en el momento en el que solo se le conocía como Lobezno y las películas en las que aparecía sin garras no eran grandes éxitos. “Cuando hacía teatro musical, no conseguía audiciones para cine; cuando era conocido por Lobezno, no me querían dar musicales", recuerda. “Mucha gente me decía que en este negocio es malo ser muchas cosas, que tenía que elegir por qué ser conocido, pero yo quería ser Lobezno y bailar y cantar”.
Por fin, lo ha logrado. Nueve meses después de despedirse del mutante Logan, estrenó El gran showman, el primer musical de gran presupuesto producido por un estudio en décadas, cuya banda sonora sigue arrasando. También había conseguido ya su nominación al Oscar por Los miserables (2012). Ahora ya nadie se atreve a oponerse a sus instintos.
“Vosotros los periodistas me conocéis. Soy un libro abierto”, decía durante la promoción de El candidato, el filme más serio de toda su filmografía, donde interpreta a Gary Hart, el político a quien un escándalo personal hundió la carrera. Esta acotación la hace porque a diferencia del personaje que interpreta, Jackman se entrega en las promociones. Habla de su mujer (“El pilar de mi vida”, que es como la describe"), del cáncer de piel que le ha atacado en varias ocasiones… Habla de deseos, de planes a los 50 años, de política. Solo sus hijos quedan a cubierto de la curiosidad pública.
En política también tira de instinto, a pesar de la simpatía que sabe despierta. “Tienes que saber manejar mucha impopularidad. Creo que requiere un gran intelecto, una gran perspectiva, creatividad y claridad de visión. No creo que tenga nada de eso”, dice. Jackman tiene garra, pero ya no son las de Lobezno.
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