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Columna
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La patria imaginaria de Errejón

Es probable que la izquierda necesite hablar el lenguaje de la pertenencia si quiere recuperar a las clases bajas

Ricardo Dudda
Íñigo Errejón ha abandonado el escaño de Podemos para dedicarse a la campaña madrileña.
Íñigo Errejón ha abandonado el escaño de Podemos para dedicarse a la campaña madrileña.J.P.Gandul (EFE)

Uno de los conceptos clave de la ola populista en Occidente es soberanía. El líder populista quiere recuperar la soberanía popular o nacional. Como decía el eslogan de la campaña del Leave en Reino Unido, el populismo quiere “recuperar el control”. Pero como han demostrado las negociaciones del Brexit, resulta casi imposible. ¿Qué control? ¿Qué soberanía? En la idea de recuperar el control solo está el golpe en la mesa, el descontento con la política liberal, que se considera demasiado elitista y ha perdido autenticidad.

En España, Íñigo Errejón habla a menudo del concepto soberanía. Forma parte de su estrategia transversal y populista. Aspira a construir un nuevo demos a partir de un repliegue nacionalista. Habla a menudo de “sentido de trascendencia”, de una concepción “telúrica” de la voluntad popular, de “reconstruir el pueblo” y de “soberanía política”. Es un lenguaje heredero del populismo latinoamericano y del llamado “socialismo del siglo XXI”.

Es sorprendente que Errejón sea considerado a menudo como el más cercano al PSOE. La vice secretaria general del PSOE, Adriana Lastra, sugirió que su partido tenía las puertas abiertas a Errejón. Pero tras sus formas moderadas y conciliadoras hay una concepción iliberal de la política antagónica a la del PSOE. La recuperación de la soberanía a la que aspira Errejón es una entelequia. A menudo “recuperar el control” significa dar más control a nuevos actores populistas. Al fin y al cabo, en la idea de recuperar la soberanía es imprescindible el líder carismático, que da autoestima al pueblo para “reconstruirse”.

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Hay quienes sostienen que, ante el surgimiento de una ultraderecha que se ha apropiado de los símbolos nacionales, es necesario que la izquierda hable de nación y de pertenencia. Errejón ha hablado de “disputarle la idea de España” a Vox. Tiene parte de razón. Hay millones de españoles que no tienen una relación tan complicada con la idea de España y sus símbolos como sí la ha tenido la izquierda. En su reciente The future of capitalism, el economista Paul Collier explica que, a pesar de los enormes cambios que se están produciendo en el mundo del trabajo, las clases educadas y las élites progresistas construyen su identidad a partir de su trabajo mientras que las clases desfavorecidas, que sufren la precariedad y el desempleo, dan todavía mucha importancia a la identidad nacional. Es probable que la izquierda necesite hablar el lenguaje de la pertenencia si quiere recuperar a las clases bajas. Pero la solución peronista de Errejón es un error. Su postura está demasiado influida por el populismo latinoamericano, que en teoría unió el patriotismo con la justicia social (y fracasó), y donde la defensa de la soberanía era una manera de defenderse de injerencias extranjeras. Errejón ha aceptado las reglas de juego parlamentario, pero en el fondo considera que la política liberal es un estorbo y aspira a crear una política más auténtica y pura.

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