La pasarela reivindica la marca España sin Palomo Spain
Los desfiles de otoño/invierno 2019-2020 de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid comienzan con grandes ausencias y una firme apuesta por reinventar los códigos nacionales
Mientras la capital afronta la quinta jornada de la huelga de taxistas, el interior del pabellón 14.1 de IFEMA acoge el primer día oficial de desfiles con una audiencia que respira aliviada por haber conseguido llegar a su destino. Este año la semana de la moda madrileña se adelanta de febrero a enero con la intención de concentrar un mayor número de compradores y prensa extranjera, aprovechando la cercanía geográfica con la recién finalizada alta costura en París y evitando así el solapamiento con otras citas internacionales.
La agenda de esta edición viene marcada por notables ausencias. Entre ellas, la de Alejandro Gómez Palomo, el cordobés capaz de reclutar en sus desfiles a invitados como Pedro Almodóvar o Lindsay Lohan gracias a las propuestas sin género de su firma Palomo Spain. “Desfilaremos en Nueva York porque tiene más sentido a nivel de beneficios”, explica. Buena parte de sus compradores están en los templos del lujo más exclusivo de Estados Unidos. “Adoro mi país, pero el problema es el de siempre: en España no hay cultura de invertir en moda y al final tenemos que mirar por nuestro negocio”. María Escoté, su compañera de veredictos en el jurado de Maestros de la Costura (TVE), tampoco desfila: “Estamos preparando la presentación de la próxima colección fuera de la MBFWM, pero no descartamos volver en el futuro”. El vacío se hace extensible a algunas de las firmas más jóvenes y estimulantes. El dúo María Ke Fisherman pone en duda que los desfiles tradicionales sean la mejor forma de conectar con el cliente (“nos replanteamos nuestra estrategia hacia un modelo de varias colecciones cápsula anuales”), una opinión compartida por Miguel Becer, autor de la firma ManéMané.
A pesar de que Palomo Spain haya dejado la pasarela huérfana de su gran atracción mediática, sus colegas se suman a la reivindicación de la marca España. Duyos cierra la jornada con una colección que precisamente comparte denominación. “Tendemos a mirar mucho hacia fuera, por eso me apetecía hablar de España más allá de los tópicos”. El show comienza con el negro como protagonista, un guiño al que fuera símbolo de poder en la corte de Felipe II, para después estallar en flores y volúmenes arquitectónicos que beben de Zurbarán. Los volantes y los flecos hacen acto de presencia, pero “sin caer en la obviedad del folclore andaluz”. La traca final llega cuando las modelos se suben a una mesa de 30 metros para cerrar el desfile asegurándose la foto de la jornada.
Horas antes, el día comenzaba con la misma intención. Oteyza, firma capitaneada por el dúo de diseñadores Paul García y Caterina Padeña, recuperó su influjo patrio con una propuesta bastante más explícita que la de Duyos. El tradicional capote segoviano o el sombrero cordobés se subieron a las tablas del Teatro Español en la madrileña plaza de Santa Ana, mientras el pintor Fernando Mastretta improvisaba una obra digital inédita que hacía las veces de escenografía.
Cósima Ramírez toma la alternativa de su madre
La propuesta de Ágatha Ruiz de la Prada aunó lo que su hija Cósima Ramírez bautiza como "aghatismo clásico", es decir, los iconos que conforman el universo de la diseñadora, con una clara influencia de su heredera, que por primera vez se inmiscuye por completo en el proceso creativo. "Al principio mi madre se resistía al chándal, pero hemos logrado convencerla", comenta en el backstage. Suya es la idea de incluir plataformas imposibles "a lo Spice Girls" que se venderán el mismo día del desfile ("son el puntazo de la colección") y conjuntos deportivos con escamas de dinosaurio que ella define bajo el paraguas de lo "chándal-chic". Su papel en la propuesta queda ratificado en forma de logo: bolsos y accesorios en los que se puede leer 'Cósima' y que, como ella misma reconoce, "le vendrán muy bien a nivel repercusión". La guinda del pastel la pone una modelo vestida de tarta, look que cierra el desfile. La literalidad en la pasarela madrileña es una constante.
Más estimulante resultó la propuesta de Ana Locking inspirada en Kaspar Hauser, un joven que, según cuenta la leyenda, vivió en cautiverio en la Europa del siglo XIX sin saber siquiera comunicarse. El mismo problema, dice la diseñadora, que comparten las nuevas generaciones una vez abandonan el mundo virtual. “Son capaces de decir ‘te quiero’ a través de mil emoticonos, pero cuando se enfrentan cara a cara con sus seres queridos carecen de sensibilidad”, explica a este periódico. Con un caballo a lo Jeff Koons convertido en hinchable como telón de fondo –resulta que el tal Hauser jugaba con un caballito de madera–, la toledana presenta por primera vez jerséis de punto y también vestidos de noche descontextualizados que no se verán en los Goya. “Me llamaron para vestir a la presentadora (Silvia Abril), pero las fechas casi se solapan y es imposible llegar a todo”.
Numerosas firmas comparten el sentir de la diseñadora, dejando a la vista el principal contratiempo que ha provocado el cambio de calendario. Hannibal Laguna y Roberto Verino, sin embargo, no tiran la toalla y vuelven a presentar colecciones autorreferenciales repletas de vestidos concebidos para alfombras rojas y eventos varios. El tándem The 2nd Skin Co hace lo propio, fiel a su ADN, y se niega a olvidar el encaje, los lazos y las lentejuelas. El traje de cóctel, ese viejo conocido de la moda española, se resiste a morir.
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