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Columna
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Iglesias y Errejón: dos caminos

El balance actual lo dice todo: el mando de Pablo Iglesias se ha traducido en una serie de exclusiones, que no han de extrañar en un hombre ligado intelectualmente al modelo leninista

Antonio Elorza
Íñigo Errejón  y Pablo Iglesias durante un Pleno del Congreso.
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias durante un Pleno del Congreso. Uly Martín (EL PAÍS)

La lluvia de comentarios sobre la ruptura entre Iñigo Errejón y Pablo Iglesias intenta responder a la pregunta de cómo dos amigos íntimos, en la vida privada y en la política han podido llegar a la situación actual . Las cosas son más fáciles si tenemos en cuenta que la convergencia de ambos descansaba sobre el objetivo central de su acción política. Eran dos jóvenes dispuestos a plantear una estrategia antisistémica,frente al capitalismo y al orden constitucional español. Lo mismo que el tercer hombre, de más edad, Juan Carlos Monedero, con su radicalismo posbolchevique y su enlace con la matriz chavista, tanto para las ideas como para las ayudas económicas. Las crónicas hablan de un cuarto personaje, sin duda útil para ellos en Políticas, Ariel Jerez, tan radical en las formas como carente de "esprit de finesse". Eran, sin embargo, tipos humanos muy diversos. Errejón era capaz de elogiar a un profesor que transitoriamente le hubiera suspendido; casi diría lo mismo de Monedero. En cambio, Pablo Iglesias, aún siendo nieto de un entrañable amigo, se mostró siempre entregado a una sola causa, la de su propia afirmación académica y política.

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El balance actual lo dice todo: el mando de Pablo Iglesias se ha traducido en una serie de exclusiones, que no han de extrañar en un hombre ligado intelectualmente al modelo leninista . La personalización llegó al punto de constituir un vértice político con sus compañeras en la vida privada. Monedero pasó de alter ego a compañero preferente de viaje. Una excelente técnica en cuestiones electorales, Carolina Bescansa, ha sido literalmente laminada. A Echenique le dieron el primer aviso cuando aquello de asaltar los cielos y optó por adaptarse a la condición de guardián subordinado de las esencias. Y en cuanto a Errejón, el hombre que pensaba demasiado y que también gustaba políticamente demasiado, la separación surgió en cuanto Iglesias impuso desde su discurso de la cal viva sobre el PSOE, un extremismo formal que ni siquiera servía para el acceso de la vía leninista al poder. La formación teórica de Errejón era otra, fiel al discípulo argentino de Gramsci , Laclau, y consistente en una política de alianzas que llevara a la hegemonía del pueblo y al consiguiente avance de su poder económico e intelectual. Todo esto es chino para Iglesias y sus seguidores.

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La jugada de eliminación política de Errejón estaba bien pensada: transferirle a la candidatura de Madrid-Comunidad, dejándole fuera de la elaboración política. Solo hacía falta embutir en esa candidatura a los hombres de Podemos, lo mismo que se ha intentado con la candidatura de Carmena. Dos formas de hacer política: un conflicto inevitable. Falta emborronar la figura de Errejón, el traidor.

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