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Columna
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‘¡Joé!’

“De la política echo de menos poder manipular”, dijo Miguel Ángel Rodríguez hace cinco años. Estamos listos para más

Manuel Jabois
Miguel Ángel Rodríguez rodeado de periodistas tras prestar declaración en los juzgados de Madrid en 2013.
Miguel Ángel Rodríguez rodeado de periodistas tras prestar declaración en los juzgados de Madrid en 2013. Alvaro García

Hace cinco años el fotógrafo Antonio Heredia y yo nos presentamos con El Mundo en una casa de jardín y piscina en la que vivía, o amagaba con vivir, Miguel Ángel Rodríguez. Entonces ejercía públicamente de tuitero y tertuliano en orden alterno, y hacía poco había tenido un altercado fuera de cámara con María Antonia Iglesias (“he sido insultado, pero pegarme aún no me han pegado”). En aquella casa, bajo un calor sofocante, explicó la sinopsis de su primera novela: una niña aparece muerta en la cama sin corazón y la policía detiene al padre; “lo que ocurrió fue que el corazón de la niña se había convertido en paloma”, matizó, encajando las piezas. Tenía 18 años, se la dio a leer a Delibes y a Delibes le gustó: “Si quieres ser escritor, preséntate a un premio y gánalo”, le dijo el autor de Los santos inocentes.

Conocí sólo al personaje y el personaje, en su brutalidad, me cayó simpático. No hay nada como un periodista retirado de la política: llega un momento en que eres tú el que sopesa si apagar la grabadora. “¿Qué echa de menos?”, le pregunté al que fue portavoz del Gobierno de José María Aznar. Sus bellísimos ojos azules chispearon un segundo. “La información. ¡La tenía toda! Imagina que el presidente del Gobierno tiene que hacer una declaración en favor de la energía nuclear dentro de cuatro meses porque yo decido el día, la hora y el acto. Pues bien: tengo ese tiempo para diseñar una campaña de información. Meto un reportaje en un periódico y en una televisión sobre la energía nuclear e influyo para que no sé quién esté hablando de la energía nuclear, y todo eso se conduce para que cuando salga la declaración del Gobierno, la gente diga: “Joé, qué bien ha estado el presidente sobre esto”. “Eso es lo que echo de menos”. “¿La manipulación?”, pregunté. “Absolutamente”, respondió, “pero no como una expresión mala. No una manipulación contraria a la verdad, no es una mentira (…) Para eso estás en la portavocía de Gobierno. ¡Es que a mí las preguntas que me hacían el viernes ya me las sabía el martes!”.

“Yo de la política echo de menos poder manipular”, se tituló aquello. Él salía en la foto vestido con un traje metido en una piscina llena. Dicen que de los lugares en los que has sido feliz no debes volver, pero yo siempre he pensado que eso es así sólo si cuentas lo feliz que fuiste. Era obvio que en su retirada MAR no tenía impedimento en contar sus placeres más ingenuos, del mismo modo que aún no le había llegado la hora de hacer público los más letales. No lo va a poder hacer ahora, que regresa para hacer la campaña de Isabel Díaz Ayuso en Madrid: ha sido todo tan improvisado que ni siquiera ha podido preparar a los españoles, cuatro meses antes, para que pudiésemos decir: “Joé, qué bien ha estado ahí Casado”.

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Pero si ha vuelto Aznar por qué no va a volver lo mejor de él, su Ejército de Inmaculados; hasta Agag ha salido en babuchas en todas partes este fin de semana: cualquiera diría que financia a Vox (¿admite Vox dinero católico?, ¿esos señores que escriben Vox con letras hechas con conejos lo hacen porque están ya con el abecedario?). Sí, España, donde hasta en la izquierda han regresado Felipe y Guerra como elefantes en una cacharrería, necesita a MAR. Mejor vivir manipulados por él y que nos prepare psicológicamente para todo tipo de noticias. Además nunca hizo tanta falta la energía nuclear, ya iremos viendo para qué.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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