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Álex Lequio habla por primera vez abiertamente de su cáncer

El hijo de Ana Obregón quiere trasmitir su deseo de normalizar una enfermedad que se asocia a la muerte: "Siendo realista, desconoces las idas y venidas y lo que te queda es tomarte cada día como si fuera el último"

Álex Lequio y su madre, Ana Obregón, en una foto de Instagram.
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Desde que a finales del pasado septiembre Álex Lequio regresara a España después de siete meses en Estados Unidos tratándose el cáncer que padece, el hijo de Ana Obregón y Alessandro Lequio había ido informado de su estado de salud a través de sus redes sociales y, escuetamente, en los pocos eventos a los que ha asistido recientemente. Ahora, siguiendo los pasos de su madre, se explaya por primera vez en exclusiva para la revista ¡Hola! sobre cómo se enfrenta a su enfermedad. “Cuando me pasó esto, digamos que me di cuenta de que no podía confiar en que, después de este tren, fuera a pasar otro. Y ahora estoy como loco, intentado saltar y subirme a cada uno que pasa”, explica el joven, de 26 años.

Álex Lequio, que aparece en la revista acompañado por sus padres, no quiere dramatizar y, aunque entiende la gravedad de la situación, asegura que sigue siendo “el mismo chico bandido y despistado de siempre” y que ni él ni sus padres han perdido el sentido del humor. “Somos una familia que nos reímos de todo, y así vamos a continuar”. Ejemplo de ello es que, según cuenta a la publicación, nunca ha dejado de bromear con su familia: “A veces me ponía a temblar o a hacer cosas raras de broma, para asustar a mi madre”.

Fue en marzo cuando le diagnosticaron el cáncer y, desde el primer momento, decidió tratarse en el prestigioso Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, donde permaneció hasta finales de septiembre, cuando regresó a España para continuar con el último ciclo. En este tiempo ha perdido 15 kilos y el pelo, algo que no parece preocuparle. “A mí, mirarme al espejo y parecer un reptil me hace gracia…”, dice sin perder de nuevo ese sentido del humor del que hace gala. Además de su evidente cambio físico, Álex Lequio también ha cambiado en su forma de pensar: “Esta es una enfermedad en la que, siendo realista, desconoces las idas y venidas y lo que te queda es tomarte cada día como si fuera el último y esperar lo mejor posible”.

Si todo va bien, como contó la propia Obregón en octubre, este mes de diciembre termina la última fase del tratamiento y tendrá que hacerse revisiones cada tres meses durante los próximos diez años. “Me quedan diez años de supervisión”, añade Álex Lequio quien no se considera ningún héroe e insiste en la necesidad de normalizar la palabra cáncer. “Me gustaría incluso vulgarizar la palabra cáncer, para que la gente lo vea como un simple diagnóstico médico más. […] El cáncer no es sinónimo de fatalismo y muerte, sino al revés: es sinónimo de vida”, añade.

Se considera un chico con pocos amigos y cuenta que su pilar básico han sido, sin duda, sus padres. “Yo tengo seis amigos, dos de ellos son mis padres […] La cercanía que tenemos mi madre y yo, mi padre y yo, y los tres juntos es tan fuerte que somos los mejores amigos. Creo que no hay acontecimiento sobre la faz de la tierra, ni siquiera una guerra nuclear, que pueda unirnos más”.

Lequio también habla con ilusión de su empresa Polar Marketing, dedicada a crear acciones y eventos creativos a la medida de sus clientes, donde ha retomado su trabajo con renovada energía. "Constituimos la sociedad hace hace dos años y medio. En Madrid ya somos 16 personas en plantilla y en Bilbao hemos montado una oficina donde somos cuatro con un proyecto paralelo" .  Según sus declaraciones ya están buscando candidatos y oficinas en Barcelona y Madrid.

Un proyecto en el que dice poner todas las ganas y todo el humor que también parece desborda su actitud ante el cáncer, que demuestra bromeando incluso con los tratamientos que ha seguido: "Soy muy de ir allí, sentarme y como Drácula: me enchufan, me ponen los medicamentes y veo pasar líquidos rojos, verdes, transparentes... Es broma, nunca he sido muy consciente de qué era lo que me ponían".

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