Miguel Ángel Silvestre: el peso de la fama, su encuentro con Jennifer Lopez y aquella maldita lesión
Si famoso es aquel que convierte en noticia todo lo que hace, este caballero es el ejemplo perfecto. El actor valenciano tiene novedades que contar: que es uno de los protagonistas de una nueva versión de 'La boda de mi mejor amigo', que es imagen de Cartier y que ha conocido a la gran diva del latinismo
Miguel Ángel Silvestre se muere de sueño. Ayer llegó de Los Ángeles (“tuve que ir para una reunión con un director y me he quedado 15 días”, explica). Nada más aterrizar tenía un evento. Al volver a su casa el jet lag le desveló y ha llegado a la sesión fotográfica sin haber podido pegar ojo. Pero nadie lo diría. Ni por su aspecto ni por su humor. Incluso en estas condiciones es el tío más profesional, amable y educado que quepa imaginar. Cuando me ve aparecer en el Campo de Rugby de Alcobendas, donde Chus Antón lleva ya varias horas fotografiándole, saluda diciendo: “¿Qué tal, Iñigo?”, como si nos conociéramos de toda la vida.
En realidad solo nos hemos visto una vez, hace casi un año. Pero, al parecer, se acuerda. Desde entonces, cuenta, se ha mudado dos veces. “Cuando hablamos vivía en Los Ángeles porque estaba haciendo Sense 8. Luego estuve en México, rodando La boda de mi mejor amigo. Ahora hace cuatro meses que me mudé a Barcelona. Estoy feliz porque me encanta la ciudad y estoy muy cerca de mi familia, en Castellón. Viví cinco años en Barcelona, de los 13 a los 18, cuando jugaba al tenis. Allí tengo una tía y muchos amigos”.
"Hace mucho tiempo descubrí que mi mayor problema con la fama venía de cuando hice de El Duque: temía que la gente se llevará una decepción con lo que yo era de verdad"
Sí, Miguel Ángel Silvestre (Castellón, 1982) iba para tenista. Hace un tiempo compartió en su Instagram una foto de ese periodo. “A mis diez años, después de perder una final de tenis en la pista cinco de La Coma. Me acuerdo perfectamente. Cuánta pena me daba cada vez que perdía”, escribía. Se lo tomaba en serio. Con 13 años entró a formar parte de la Bruguera Tennis Academy. Con 18, una lesión frustró su carrera. Pasarían siete más hasta que llegó el papel que le cambió la vida: El Duque. “Para mí, Sin tetas no hay paraíso fue la mayor oportunidad. Me hizo arrancar, me dio visibilidad y mucho cariño del público. Eso me ha traído más trabajo. El Duque era un personaje con el que lo pasaba muy bien. Tenemos muy poco en común, pero era muy divertido de rodar”.
Desde ese momento la ascensión no ha parado. Si famoso es aquel que convierte en noticia todo lo que hace, este caballero es el ejemplo perfecto. El simple hecho de que salga a la calle con pantalones cortos y calcetines negros ha dado lugar a que al menos siete medios redacten una historia sobre tan trascendental suceso. “La horterada de Miguel Ángel Silvestre que espanta a sus fans”, tituló Teleprograma. “Ponen a caldo a Miguel Ángel Silvestre por su arriesgado look”, afirmó la web del diario deportivo As. “¡Lo de los calcetines! Ahí me dieron fuerte. A la gente le gusta meterse conmigo por eso. Y en realidad no es una moda. Yo los he llevado así desde pequeño”.
¿No apabulla tanta atención? “Mira, yo hace mucho tiempo descubrí que mi mayor problema con el tema de la fama venía de cuando hice el papel de El Duque: temía que la gente se llevara una gran decepción con lo que yo era de verdad. Creo que por eso me portaba entonces de una forma tan arisca: me daba miedo. Pero no me puedo quejar de algo que forma parte del sueño de un actor, que es tener más oportunidades de trabajo. Cuando alguien te conoce porque un personaje tuyo le ha gustado, eso trae cosas buenas. Es un estímulo positivo. Por eso cuando alguien se me acerca intento ser amable y agradecer su apoyo. La fama es algo que construyes durante mucho tiempo. Cada vez que tienes un personaje de éxito y sales a la calle es un motivo de celebración”.
Ha tenido varios de esos personajes. En 2013, Los amantes pasajeros, de Pedro Almodóvar, le abrió el camino al mercado internacional. Las hermanas Wachowski le reclamaron para la superproducción más delirante de Netflix: Sense 8. Una celebración en colorines de la diversidad sexual. “Ha sido un gran aprendizaje porque ellas tienen un punto de vista complejo y poco definido del deseo y de la sexualidad. Ellas no creen en las etiquetas, porque son palabras y las palabras se convierten a veces en la prisión de las sensaciones. Cuando eso pasa, la sensación se transforma en una opinión. Y una opinión puede convertirse en una cárcel y hace que todo sea mucho más limitado. Creo que eso es lo principal que ellas denuncian”.
La cárcel en la que se mueve su personaje en Sense 8 es la sexualidad. En la serie encarna a un galán mexicano de telenovelas que, bajo una fachada pública de supermacho heterosexual, oculta una vida privada en la que cohabita primero con un hombre y después en una relación a tres con su pareja y una mujer. Ahora, en México, para el remake latino de La boda de mi mejor amigo (que tiene previsto estrenarse en España en febrero) vuelve a encarnar a un galán homosexual. Aunque a él lo que le ha costado ha sido transformar un personaje muy inglés en español. “Mi personaje es el que interpretaba Rupert Everett. Esta versión trata con mucho cariño y admiración la original. La estructura del guion es igual, pero considero que tiene una parte latina muy importante. Es más salsa latina, más exótica, y después de 20 años es de agradecer. Yo ya la había visto varias veces, pero la volví a ver antes del rodaje. Para mí, es la comedia romántica perfecta. Y el trabajo de Everett es estupendo, pero muy inglés. Cuando me lo ofrecieron dudé porque pensaba que lo iba a hacer fatal”.
"Según me iba acercando iba pensando: ‘Guau, Jennifer Lopez, qué guapa’. Y cuanto más me acercaba, más guapa me parecía. Cuando la tuve frente a mí, me entró la risa vergonzosa"
Parece estar encasillándose en el papel de galán latino gay. “¿Por? El de Sense 8 es el único perso… ah, no claro, el de La boda de mi mejor amigo también lo es. Lo de encasillarme nunca me ha importado y según pasa el tiempo cada vez menos. Esta es una profesión tan larga que hay muchas posibilidades de pasar página. Nunca me ha preocupado, quizás al principio, y ojalá no lo hubiera hecho. Hay referentes que han repetido muchas veces el mismo papel, pero cada vez lo han llenado de distintos matices”.
De momento, parece pasarlo bien. Sus 2,6 millones de seguidores en Instagram son testigos de que Miguel Ángel Silvestre es un tipo feliz, ya sea en un evento de la marca de relojería Cartier, de cuyo reloj Santos el actor es imagen, o como coprotagonista del último videoclip de Jennifer Lopez. “Me llamó el director y me dijo que si me interesaba. En cuanto dijo Jennifer Lopez contesté que sí. Pensé: ‘Pues mira qué bien, así al menos la conozco’. Me encanta. Cuando era pequeño tenía pósters de ella en mi habitación. Nos conocimos en el rodaje. Íbamos cortos de tiempo y ella ya estaba rodando. Me colocaron para un plano. Era fácil, cada uno en un extremo, nos acercábamos y yo, al final, me arrodillaba frente a ella. Pero de lejos no veo, veía una figura allí al fondo y según me iba acercando iba pensando: ‘Guau, Jennifer Lopez, qué guapa’. Y cuanto más me acercaba, más guapa me parecía. Cuando la tuve frente a mí, me entró la risa vergonzosa. ‘¡Corten!’ y tal. Y yo disculpándome diciendo: ‘Me he puesto nervioso’ y presentándome al mismo tiempo. Resulta que era un ensayo general. Y yo, temblando. ¿Te lo puedes creer? ¡Temblando!”.
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