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Columna
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‘Spain is not different’

El triunfo de Vox puede ser infinitamente mayor si consiguen que nos apliquemos el cuento

Pepa Bueno
Rueda de prensa en Sevilla del presidente de Vox, Santiago Abascal, y el candidato a la presidencia de la Junta, Francisco Serrano.
Rueda de prensa en Sevilla del presidente de Vox, Santiago Abascal, y el candidato a la presidencia de la Junta, Francisco Serrano. Eduardo Briones (Europa Press)

Nunca fuimos diferentes. Y ahora ya convergemos hasta el tuétano con el resto de Europa. Los votantes de Vox emergen en Andalucía, la comunidad que más ha votado en esta democracia a la izquierda. Ya están aquí, en las instituciones, los amigos de Le Pen.

Su llegada trastoca todo el panorama político, aunque todavía no sabemos si es un fuego de artificio, como tantos otros hemos visto, o si ha venido para quedarse. Pero llama la atención la ligereza de los argumentos con los que se analiza y reclaman actuaciones políticas para que el fenómeno no crezca. Ojo con lo que hacemos que los ultras se enfadan, no le demos de comer al monstruo, no sea que.

Parece fuera de toda duda que muchos españoles se han sentido heridos por la propaganda despectiva que los independentistas catalanes hiperventilados han hecho correr como causas para la ruptura. Españoles de todos los colores, progresistas también, y desde antes del 6 y 7 de septiembre de 2017. Y que en el otoño de la ruptura constitucional vieron peligrar además el delicado equilibrio con el que se había articulado un país con una historia bien complicada detrás. Probablemente, en Andalucía acabamos de comprobar la dimensión de esa herida y ese temor.

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No falta quien atribuye al movimiento feminista la reacción de hombres atemorizados por… por… ¿por qué exactamente? No se sabe bien. Es como si a los obreros que reclamaban la jornada de ocho horas a finales del siglo XIX se les acusara del auge de los totalitarismos.

Curiosamente, se analiza mucho menos y se buscan menos soluciones al miedo que provoca el descontrol de la economía globalizada que empobrece sin esperanza y dinamita la democracia. O a los políticos que no saben remediarlo y disfrazan su impotencia o su incapacidad de retórica vacía.

Más allá de la censura al espectáculo de mendigar el apoyo a los Presupuestos Generales, quienes sobre la crisis catalana piden acabar con la política de distensión, ¿a qué se refieren exactamente? Quienes hablan del feminismo como multiplicador de reaccionarios, ¿qué esperan que hagan las mujeres cuando las acosan, agreden o discriminan? Vox ha sacado 12 diputados en el Parlamento andaluz; son muchos más de lo esperado pero solo 12 de 109. Ahora bien, su triunfo puede ser infinitamente mayor si consiguen que nos apliquemos el cuento.

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