Beatriz de Holanda, de reina a imparable princesa
La antigua monarca, que abdicó en 2013, ha viajado a la isla de Bonaire, en el Caribe, y acompaña a los reyes Guillermo y Máxima en cenas oficiales y entregas de premios
Beatriz de Holanda, que reinó entre 1980 y 2013 y es hoy princesa, sigue activa. Ya no vive en el palacio Huis ten Bosch, en La Haya, su residencia cuando era la soberana, sino en un castillo de 1640 llamado Drakensteyn, que compró en 1959. Tiene 80 años y su agenda como enviada especial de su hijo, el rey Guillermo, sigue llena. Acaba de regresar de un viaje a Bonaire, la isla caribeña que es un municipio especial de los Países Bajos (nombre oficial del país). Era su primera visita desde su abdicación, y se acercó al Parque Nacional Washington Slagbaai, una reserva natural. Un entorno muy distinto a la contaminación atribuida cerca de allí, en Curaçao (territorio autónomo también en las antiguas Antillas neerlandesas), a la petrolera anglo holandesa Shell, una de las compañías de las que la Casa de Orange posee supuestamente acciones.
La imagen de Beatriz contemplando en Bonaire un paisaje de dunas, manglares y lagos de agua salada protegidos contrasta con el caso de Curaçao. Ambas islas están a unos 80 kilómetros en línea recta, y en la segunda se encuentra la refinería Isla. Propiedad hasta 1985 de Shell, y hoy en manos de las autoridades isleñas, pero explotada por Petróleos de Venezuela, sigue causando problemas ambientales. Shell la vendió hace tres décadas por un florín simbólico —la moneda anterior al euro— con una cláusula que le eximía de cualquier responsabilidad futura.
La popularidad de la princesa Beatriz no ha decaído y suele acompañar a los reyes, Guillermo y Máxima, en algunos actos oficiales. Frecuenta también las cenas de gala. El viaje caribeño era de trabajo y centrado en la cultura, los jóvenes y la naturaleza. De ahí que no haya sido recibida por multitudes, sino por expertos y organizaciones como los Junior Rangers, dedicados al mantenimiento y protección del entorno en Bonaire.
Vestida con pantalón y casaca verde oscura, Beatriz fue a la playa de Chikitu, donde anidan tortugas marinas. A la entrada, vio un antiguo horno para aloe vera, y alabó sus propiedades medicinales. “Me entusiasma”, dijo, para contar después que tras su operación de prótesis de rodilla, en 2016, se ponía “el jugo de la planta para evitar la inflamación alrededor de la herida”, según recoge el programa televisivo holandés Blauw Bloed (Sangre Azul), que la acompañó.
El trabajo de Beatriz y el de los reyes no es puesto en duda en su país, y la monarquía goza de buena salud. El pasado 26 de abril, la televisión nacional publicó una encuesta (contestaron 25.000 personas) sobre la popularidad del soberano. Un 85% creía que Guillermo hacía un buen trabajo. Su esposa, Máxima, es el miembro más popular de la Casa Real, seguida de Beatriz.
Sin embargo, un día después, fecha del 51 cumpleaños del rey, el reportero de investigación Philip Dröge, autor del libro Het Oranje kapitaal (El capital de los Orange), recordaba en una entrevista que sus finanzas son prácticamente la única crítica que reciben. Por la falta de información oficial y porque no pagan impuesto sobre la renta. “Son su talón de Aquiles, pues disponen de una amplia cartera de inversora, y sabemos por toda clase de fuentes que poseen acciones en la multinacional Shell, entre otras firmas. Lo que se ignora es la cantidad”, dijo, a la edición en neerlandés de Business Insider, la web estadounidense de información financiera.
De vuelta en casa, la princesa Beatriz acudirá este jueves junto a los reyes a la entrega de los premios Príncipe Claus 2018, en recuerdo de su fallecido esposo. Este año, el galardón principal lo recibirá Market Photo Workshop, una escuela de fotografía de Johannesburgo que ha formado a los profesionales en Sudáfrica para que no se pierda la herencia gráfica.
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