
Todos estos objetos habrán desaparecido de tu casa en 20 años
Nuevos hábitos de consumo, la protección del medio ambiente, la digitalización de la cultura y los avances tecnológicos están cambiando radicalmente el paisaje de nuestro salón

El dinero en metálico está destinado a desaparecer por su condición de transmisor de bacterias y elemento imprescindible de la economía sumergida. Cuando todo, desde una barra de pan hasta un tornillo, se pague con tarjeta –o con el móvil o, como ya se está experimentando en Suecia, con un injerto metálico en nuestro propio cuerpo vinculado a nuestra cuenta corriente– las simpáticas huchas de cerdito de la habitación de los niños y las cajas fuertes ocultas tras cuadros al óleo desparecerán. ¿Qué será de las historias de atracos entonces? Seguirá habiendo delincuencia, pero será mucho menos visual.
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...y cualquier tipo de elemento de plástico en general, sobre todo los vinculados a la cocina. El plástico, elemento que puede llegar a tardar 150 años en degradarse, se verá desplazado por otros materiales por definir: plásticos biodegradables, polímeros reciclables, madera tratada, grafito… No será fácil dar con un material capaz de ocupar el lugar del omnipresente plástico, pero no hay duda de que ocurrirá más pronto que tarde. El freno a las bolsas del supermercado –Mercadona las retirará el año que viene– es solo el comienzo.
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¿Recuerdan el vídeo de aquellas adolescentes que no sabían llamar con un teléfono de rosca? Era la pura realidad. Los teléfonos fijos son –o pueden ser– preciosos, cinematográficos, funcionan como arma en caso de peligro y permiten la combinación a juego con la decoración del hogar, pero pronto desaparecerán de todas las casas, igual que las cabinas telefónicas han desaparecido de bares y calles. Los móviles han convertido estos simpáticos aparatos en la forma lenta, poco práctica y obsoleta de comunicarse. Sobre todo porque solo sirven para hablar y las nuevas generaciones, como investigó The Guardian, ya no hablan: se escriben.
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Cedés, deuvedés, libros... Prácticamente los primeros y segundos ya se han extinguido y los que quedan son reliquias que lo que hacen es ocupar espacio pero a las que apenas se les saca disfrute, teniendo esas mismas películas y esa música que contienen disponible en formato digital al instante. Lo que aseveramos que no llegará es la extinción del libro en papel, predicha para este mismo 2018 por los gurús hace una década. Se equivocaron. Convivirán el formato digital para libros de consulta y literatura de consumo rápido con el papel para obras de colección, cómics, ilustrados y gran formato. Las estanterías y librerías no desaparecerán, probablemente, pero serán menos y de tamaños distintos. Al fin y al cabo, sin cultura que colocar sobre sus estantes, ¿qué vamos a poner en ellas?
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Ojalá llegue pronto el día en el que todo sea todo será wireless e inalámbrico, y los enemigos más claros de la decoración pulcra –¿alguna vez han visto un cable en la portada de una revista de decoración, en alguna foto inspiracional de una cuenta de Instagram dedicada a la estética en el hogar?– desaparezcan de nuestras mesas de trabajo y salones. La posibilidad de cargar las cosas o de tener energía sin ellos empieza a asomar la patita, para nuestro goce. Los móviles ya se cargan sin cables, la música ya se escucha en altavoces BlueTooth y las baterías de los portátiles duran cada vez más.
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El “Internet de las cosas” es lo más parecido a esas casas retrofuturistas que se imaginaban en los años 60, lo más similar al futuro que planteaban Los supersónicos. Neveras que avisan cuando no quedan suficientes cartones de leche o tomates y hacen la compra ellas solas conectándose con el supermercado online, retretes que analizan –ejem– nuestros residuos y nos indican cuándo necesitamos añadir otros nutrientes a nuestra dieta o cuando un diabético está bajo de azúcar, lavadoras que saben reconocer ellas solas qué tipo de programa de lavado necesita la colada… la casa inteligente era esto, solo necesita la voz de Pierce Brosnan para resultar aterradora.
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La televisión no desparecerá, pero sí el aparato. Y no nos referimos a los televisores de tubo “con culo”, que ya lo están haciendo, ni a los analógicos, sino a todo tipo de televisores. Como vimos en la feria CES 2018 La emisión se proyectará directamente en pantallas incrustadas en la pared o en las mismas paredes, fabricadas con una textura especial apta para emitir imágenes en una calidad óptima.
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