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Columna
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Urge poner fin a la decepción europea

La Unión necesita un impulso de futuro, que peligra por el ascenso de los nacional populismos que amenazan con desbordarnos

Francisco G. Basterra
Los veintisiete países que permanecerán en la UE tras el Brexit dieron ayer su respaldo político al acuerdo de salida de Reino Unido.
Los veintisiete países que permanecerán en la UE tras el Brexit dieron ayer su respaldo político al acuerdo de salida de Reino Unido.OLIVIER HOSLET/POOL (EFE)

El escritor británico Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, nos recuerda que “es una memoria pobre la que solo funciona hacia atrás”. La crisis en diferido, siempre postergada, del proyecto europeo, la casa maravillosa en su concepción pero nunca acabada, sería hoy una fiel fotografía de esta memoria de la Unión Europea que tiende a cronificar su malestar. Necesita un impulso de futuro, que peligra por el ascenso de los nacionalpopulismos.

¿Cómo es posible que uno de los tres grandes bloques mundiales, con el 7% de la población, y en riqueza económica, el 25% del PIB mundial; con una notable capacidad tecnológica, y que gasta el 50% del presupuesto planetario en bienestar social, tenga tan dudosa capacidad de cautivar a la ciudadanía europea?

En el mundo perplejo que vivimos, con problemas globales imposibles de afrontar con respuestas nacionales, es imprescindible volver al cobijo de una Europa protectora, que empieza a entender que debe buscar su propio paraguas de seguridad. La fe en la dependencia de EE UU es una memoria pobre que no debemos profesar. Sí una Europa símbolo de libertades, de sociedades abiertas de individuos, no de pueblos, de tolerancia que proyectar hacia el futuro, con políticas concretas, sostenibles, y que den respuestas precisas a su población.

Mejora de su nivel de vida, estrechamiento de las divergencias económicas entre los países del norte, el este —decepcionado porque no alcanza la prosperidad de los fundadores de la UE— y el sur. Un relato positivo que cautive a los ciudadanos y contrarreste el cuento del miedo del alud populista, crecepelo mágico de respuestas simples a problemas muy complejos.

Las elecciones, a finales del próximo mayo, al Parlamento Europeo suponen una oportunidad. Los jóvenes europeos, que votan poco, pueden ser decisivos. No debemos permitir, como ha ocurrido en Reino Unido con el Brexit, que la generación de más edad condene el futuro de sus jóvenes. Estos debieran atender la famosa llamada que John F. Kennedy realizó en su discurso inaugural: “No preguntéis lo que EE UU (Europa en este caso) puede hacer por vosotros, sino lo que vosotros podéis hacer por EE UU”. Recomiendo echar un vistazoal programa creado por la Comisión Europea ¿Qué hace Europa por mí? Impresiona la cantidad, calidad y diversidad de acciones en marcha para mejorar nuestras vidas. Son variadas las razones: políticas, económicas, jurídicas y de comunicación por las que Europa nos decepciona. Una de las más importantes es el olvido de la ciudadanía en el proceso de la integración.

El sociólogo alemán Ulrich Beck nos recordaba que en el transcurso de la unión política se ha ignorado durante demasiado tiempo la cuestión capital: la de la sociedad europea —y se ha echado con ello la cuenta sin contar con el dueño, el ciudadano—. No os olvidéis de la sociedad. No hagamos un viaje de huida hacia el futuro del siglo XIX. Urge poner fin a la decepción europea.

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