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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Resiliencia LGTBI

La ofensiva ultraconservadora contra los derechos de homosexuales y transexuales es un retroceso democrático que debe ser combatido por toda la sociedad

Manifestación del orgullo gay en Barcelona.
Manifestación del orgullo gay en Barcelona. Albert Garcia.

Tras décadas de avances en el reconocimiento social y la protección legal de sus derechos, la comunidad LGTBI tiene ahora motivos para preocuparse por la regresión que se está produciendo en países tan importantes como Brasil, Estados Unidos, Rusia o Turquía, alentada por sus máximos dirigentes. Fruto de la lucha de los colectivos LGTBI, más de 30 países reconocen, por ejemplo, el derecho de los transexuales a decidir su identidad y poder inscribirse en el registro civil de acuerdo con el género sentido. Pero en Estados Unidos, donde se estima que hay 1,4 millones de transexuales, Donald Trump ha empezado a revertir las medidas adoptadas por Barack Obama en favor de este colectivo. Ha prohibido, por ejemplo, salvo casos muy excepcionales, que puedan servir en las Fuerzas Armadas y en el Departamento de Salud, pretende aprobar antes de fin de año un cambio legal por el que los transexuales solo podrán inscribirse con el género que corresponde a los genitales con los que nacieron. Y eso se considerará inmutable.

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Muy grave es también el clima de homofobia que se ha desatado en Brasil tras el triunfo de Jair Bolsonaro, quien a lo largo de su vida ha hecho declaraciones tan desafortunadas como afirmar que preferiría un hijo muerto a un hijo homosexual. Los ataques de sus seguidores han arreciado durante la campaña. El clima alentado por el discurso homófobo del nuevo presidente se ha convertido en un peligro para la integridad de quienes son vistos por sus seguidores como enfermos o perturbados. En la misma línea reaccionaria se inscriben las normas dictadas por Putin para limitar la libertad de expresión del colectivo gay en aras de que los jóvenes “no se contaminen” con “la ideología y la propaganda homosexual”. Con el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, Turquía ha ido incluso más allá al considerar que la homosexualidad y la transexualidad son contrarias a los valores tradicionales y una amenaza para la salud pública, lo que ha llevado a la alcaldía de Ankara a prohibir cualquier acto público de la comunidad LGTBI.

Todo ello forma parte de una ofensiva de las fuerzas ultraconservadoras contra lo que denominan “ideologías de género”, en las que incluyen el feminismo. Debemos confiar en la resiliencia de la comunidad LGTBI, que se ha fortalecido en su tenaz lucha por la conquista de sus derechos civiles, pero sería un error considerar que este es un asunto que atañe únicamente a quienes pertenecen a estos colectivos. Un retroceso en los derechos civiles de cualquier minoría es un retroceso en los derechos de toda la sociedad. Precisamente porque afecta a uno de los valores centrales de la democracia, la libertad, todos debemos implicarnos en la defensa de los avances conquistados, y eso exige el firme rechazo de cualquier expresión que aliente la homofobia y la transfobia.

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