Jeremy Scott: provoca, que algo queda
Ironía pop, cultura basura y acusaciones de plagio dan la medida del diseñador estadounidense. Así es el actual director creativo de Moschino, artífice de la nueva colaboración estelar de H&M
Cada vez que Jeremy Scott monta un circo, la carpa se viene abajo. Con estruendo. La última vez, a finales de septiembre, en Milán, tras el desfile de primavera/verano 2019 de Moschino, la firma en la que ejerce de director creativo desde hace un lustro. "Estoy dolida porque alguien haya utilizado mi trabajo como inspiración sin acreditarme", clamó de inmediato la diseñadora Edda Gimnes, acusando de plagio a su colega. Es la enésima polémica que pavimenta la carrera del creador estadounidense. Solo que, esta vez, estallaba a poco más de un mes de la ventajosa estrategia comercial que lo involucra directamente: la que une a la marca italiana con H&M, en las tiendas desde el pasado jueves 8.
Al margen, por lo menos en público, de la controversia que rodea a su diseñador estelar (que disparó un 7% los beneficios de la enseña al año de asumir el cargo y que el primer trimestre del actual ayudó a incrementar en un 20,3% los ingresos del grupo Aeffe, su propietario), Moschino no ha podido evitar responder en esta ocasión, comunicado oficial mediante. "El trampantojo es un motivo largo tiempo instalado en nuestro ADN. Jeremy Scott también lo ha usado con anterioridad en su firma homónima", zanjaba, al tiempo que hacía ver el homenaje continuo de su director artístico al espíritu iconoclasta del recordado fundador de la marca, Franco Moschino (fallecido en 1994 con 44 años).
El gráfico estampado que reproduce las manchas de color en ziz-zag con las que los diseñadores rellenan sus bocetos es el problema. Gimnes, noruega afincada en Londres y con etiqueta propia establecida en 2015, informó vía Instagram de que era el mismo ideado por ella para sus colecciones de primavera/verano 2016 y 2017. "Como joven diseñadora, una se siente muy vulnerable y seguramente pensaron que nadie iba a darse cuenta. Yo me aseguraré de que no sea así", escribió, dando alas a una reclamación de la que no tardaron en hacerse eco cuentas como Diet Prada, aclamada destapa-copias de la moda en las redes sociales con cerca de un millón de seguidores.
"Normalmente no doy pábulo a cotilleos o cuestiones sobre mi inspiración, pero siento que debo defenderme ante unas acusaciones que no son verdad", respondió a su vez Scott, en una serie de posts que luego eliminó. Gimnes volvía a la carga, insistiendo en que, en noviembre de 2017, se reunió en Nueva York con "alguien de la marca" al que mostró sus trabajos. "Le deseo todo el éxito y parabienes que se merezca", terminaba cortés el diseñador, que ya conoce perfectamente la pantanosa situación.
Fue en 2015 cuando Moschino y su actual creador recibieron el primer aviso, una querella interpuesta ante la corte federal de Los Ángeles por el artista del grafiti Joseph Tierney —más conocido por su alias urbano de Rimes—, alegando vulneración de copyright al apropiarse de su mural Vandal Eyes, pintado por el grafitero en un edificio de Detroit y protagonista gráfico en el desfile de otoño/invierno de la firma italiana (véase el vestido que lució Katy Perry en la gala del Met de aquel año).
El contencioso, aún sin resolución, entronca con ese otro de 2013, cuando Scott tuvo que retirar del mercado parte de las prendas y accesorios de la colección, también de otoño/invierno, de su propia firma después de que la empresa Santa Cruz Skateboards amenazara con ponerle una demanda por usar como estampado varios diseños que el artista Jim Phillips creara en los 80 y 90 para ilustrar las tablas de monopatín de la popular marca de skate californiana.
Devorador compulsivo de iconografía pop y nostálgico confeso, Scott resulta, para el caso, autorreferencial incluso para inspirarse. Mucho del universo estético que despliega en Moschino ya se ha visto en las creaciones de su marca homónima o en sus colaboraciones con Adidas, de las alusiones a la comida rápida (recuérdese su colección de debut en Moschino, que levantó las iras de los trabajadores de McDonald's por glamurizar un entorno laboral precario) a los osos de peluche y Mickey Mouse.
Poco queda de aquel joven de Kansas City (1975) que se plantó en París en 1997, al grito de "¡Viva la vanguardia!". En apenas cinco años, dejó un rastro de imaginación salvaje, trufado de diseños imposibles cercanos a la alta costura, que le valió titulares sonoros y el apoyo de artistas como Björk (hoy sustituida por estrellas bling-bling tipo Cardi B, Nicki Minaj o Ariana Grande). Karl Lagerfeld proclamaría entonces que era el único diseñador que consideraba como su relevo en Chanel. "Mi objetivo es llevar mi visión de la creatividad a la cultura popular, de masas", dijo cambiando de chip en cuanto se reubicó en Los Ángeles, en 2002. Que H&M estaba al final de su particular camino de baldosas amarillas parecía escrito.
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