Keira Knightley aprende a pasar de todo
La actriz ignora las críticas y no renuncia a luchar para dejarle un mundo más igualitario a su hija Edie, que tiene tres años
Keira Knightley está casada, tiene una hija a quien adora y una carrera llena de éxitos. El resto, incluido lo que digan los demás, le importa muy poco. “Es lo bueno de hacerse mayor, que de pronto entiendes lo que vale la pena, lo que es realmente importante, y te das cuenta de que el resto es ruido”, confiesa la actriz a EL PAÍS. Su declaración de principios llega a los 33 años, en un momento en el que se le llena la boca hablando de su hija Edie, de tres, fruto de su relación con James Righton, miembro del grupo de rock Klaxons.
Knightley tiene a las puertas dos estrenos inminentes, Colette, biografía de la polémica autora Sidonie-Gabrielle Colette, y El cascanueces y los cuatro reinos. Candidata al Oscar en dos ocasiones, con Orgullo y Prejuicio (2005) y Descifrando Enigma (2014), afirma que lo da todo en su trabajo. “Con tal de que mi familia esté bien, del resto paso. He aprendido que esa es una gran cualidad”, asegura.
Nació en Teddington (Reino Unido) y comenzó su carrera de niña, por eso aprecia tanto este nuevo pasotismo que le ha costado tanto aprender. Recuerda sus comienzos como más complicados de lo que pudo parecer su salto a la fama, que llegó con ese trabajo independiente bautizado Quiero ser como Beckham (2002). Poco tiempo después estaba en el centro de la multimillonaria saga de Piratas del Caribe.
La fama le trajo un periodo de profunda crisis personal para asimilar el asedio de los paparazi y la atención pública porque como explica ella misma, “cuando tienes 20 años solo quieres amoldarte, ser normal, lo que quiera que sea eso”. “Lleva un tiempo aceptar que solo puedo ser quien soy”, continúa explicando, “y que si me preguntas algo, te daré mi opinión y no es necesariamente la que quieres oír”.
Knightley ha encontrado su voz y no está dispuesta a silenciarla. Se siente en un mundo guiado por una doble moral en el que “enseñan a las mujeres a cruzar los brazos, las piernas” mientras los hombres “ocupan todo el espacio que pueden”. Le llueven las críticas, pero no está dispuesta a callarse. Eso no es lo que quiere ni para ella ni para su hija. “No hacen más que decirnos que las historias de mujeres no venden y cuando un hombre escribe un buen papel para una mujer se le tacha de genio. Claro que si lo escribe una mujer es simplemente un trabajo autobiográfico. Nuestras historias valen, son necesarias y lo que necesitamos es una buena representación. Aún queda mucho por cambiar”, afirma como resumen de un proceso que, en su opinión, llevará años, “quizá siglos”, para llegar hasta a la igualdad.
De ahí que la actriz abogue por pequeñas modificaciones que lleven a grandes cambios. Empezando, por ejemplo, con las películas que le deja ver a su hija. En una conversación con Ellen DeGeneres, Knightley confesó que en su casa están prohibidos títulos como La Cenicienta o La Sirenita. Confiesa que con esta última tiene un problema porque a ella le gustó mucho cuando era pequeña, “pero no puedes dar tu voz por un hombre”, afirmó en televisión.
En persona se ríe del posible conflicto de intereses con el filme familiar que está promocionando y donde interpreta al hada reina del reino dulce, un papel que suena más a brillantina que a líder feminista. “Tenía ganas de interpretar algo realmente tonto, nada serio, algo ridículamente divertido y dí en el clavo”, explica. Tampoco ve conflicto entre su actual estatus como madre y esposa y su feminismo. “Son elecciones que he tomado. No papeles que asumo. Soy madre y soy esposa. Y habrá altos y bajos en mi vida, pero en mi interior sé que siempre seré madre”, confiesa.
A su hija le quiere enseñar la misma confianza en sí misma que ella ha aprendido. Sabe que lo más seguro es que a Edie le toque vivir también en un mundo de hombres. Mientras, Knightley intentará cambiar los estereotipos no solo con sus palabras o con su activismo, sino con su filmografía. Ni en Quiero ser como Beckham, ni en Piratas del Caribe o ahora en Colette, la heroína no espera ser rescatada por un hombre, sino que tiene fuerza propia para enfrentarse a sus miedos. Sin embargo, la actriz afirma con rotundidad: “Tampoco me interesa ser otra cosa que lo que soy. Ser hombre y blanco sería demasiado fácil. Tienen el mundo a sus pies y a mí me gusta luchar”.
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