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Le robaron el ordenador con su novela dentro, se deprimió y la rescribió. Resultado: uno de los libros del año

‘El Nix’ le ha valido a Nathan Hill comparaciones superlativas. Se ha llegado a decir sin apenas tartamudear que es el próximo David Foster Wallace

Toni García
Natah Hill posa para ICON en el Mercado de la Boqueria. Aunque esconde las manos en los bolsillos, esos pulgares delatan que son enormes.
Natah Hill posa para ICON en el Mercado de la Boqueria. Aunque esconde las manos en los bolsillos, esos pulgares delatan que son enormes.Pep Escoda

Samuel Anderson es un profesor estadounidense cansado de su trabajo, adicto a los videojuegos y enemigo de su propia existencia. Hasta que un día ve en las noticias la detención de una mujer cuyos actos podrían tener serias implicaciones sociopolíticas en un país eternamente fracturado. Aquella mujer es su madre, la misma que le abandonó a los 11 años, y con ella arranca El Nix, una de las novelas del año, escrita por Nathan Hill. “Habla de cómo en muchísimas ocasiones lo que más confianza nos genera es aquello que más daño acabará por hacernos y la tendencia que tenemos a sentirnos atraídos por ese tipo de infiernos, por llamarlos de alguna manera”, explica Hill, sentado en la terraza de un restaurante de La Boqueria, el mercado barcelonés por excelencia.

El Nix llega a España (Salamandra) propulsado por un tsunami de parabienes y críticas apabullantes. “Me siento muy honrado y lo agradezco, obviamente, pero también me da un poco de miedo. No pretendo escribir la gran novela americana, me siento más cerca de la idea de que hay que ser específico para ser universal”. Ahora, ejerciendo de profesor de literatura, gozando de su fama como escritor de éxito y con otra novela en el zurrón (“aún no puedo hablar de ella”), la vida de Hill es muy distinta. “Una de las cosas que inspiró El Nix es precisamente eso: hablar de esos tipos que un día, en los sesenta, eran revolucionarios y 20 años después, en los ochenta, eran banqueros de inversiones. O de los que se quedaron colgados en el flower power. De la evolución, o de la falta de ella”, explica, mesándose el pelo, como si quisiera sacudirse la paradoja.

A este escritor nacido en Iowa en 1978 algunos le han reprochado que en esta, su primera novela, haya querido ponerlo todo. “Todo es una palabra muy gorda, pero es cierto que hay personas a las que no le ha gustado la longitud de El Nix. No sé qué decir: lo cierto es que he utilizado la extensión que he considerado necesaria, nada más. Cuando, de muy joven, decidí que iba a ser escritor, me prometí que contaría lo que quisiera sin pensar en la longitud. Y aquí estoy, con mis 700 páginas [risas]”.

Una de las cosas que inspiró ‘El Nix’ es hablar de esos tipos que un día, en los sesenta, eran revolucionarios y 20 años después, en los ochenta, banqueros de inversiones. De la evolución, o de la falta de ella”

Hill tiene las manos enormes y los ojos pequeños, y es extremadamente afable, a pesar de haber pasado un océano de tiempo encerrado consigo mismo en una habitación, buscando las claves de su propio estilo: “Hubo un momento, cuando llevaba cuatro o cinco años con esto, en que pensé en dejarlo, pero algo me hizo seguir. Es curioso, porque ahora que estoy trabajando en la serie [los rumores afirman que HBO ya ha adquirido los derechos de distribución] y tengo un equipo, no dejo de pensar en todo ese tiempo que pasé solo. Es un cambio muy agradable, la verdad”. La serie, producida por J.J. Abrams y protagonizada por Meryl Streep, ya se presenta como una de las grandes apuestas de ficción de 2019.

Anderson tardó casi una década en escribir este libro, que arrancó con un disgusto de gran calibre, el día que –llevando un mes en Nueva York– alguien abrió su coche y le robó el ordenador con la novela en la que llevaba un año trabajando. “Bueno, supongo que sí, que ese fue el momento crucial, el momento en que decidí que quería realmente dedicarme a esto y donde nació lo del Nix. El Nix es una criatura mitológica, una suerte de ogro que surge de las aguas bajo la apariencia de un caballo blanco y así atrae a los niños para que lo acompañen y poder ahogarlos. Me pareció una metáfora muy poderosa para afrontar aquella depresión, ¿no te parece? Persigues algo como si fuera un regalo y cuando lo tienes te das cuenta de que en realidad es un castigo”.

El Nix repasa las revueltas sociales de París, Chicago o Nueva York, en un paseo casi espacial por distintas décadas y contextos y un fondo trufado por el drama y la sátira en el que el protagonista diluye lo que es para emerger distinto: “Si suenan como piezas separadas que he ensamblado al final es porque realmente lo son y así fueron concebidas. ¿Qué si al final sueno optimista? Los americanos siempre pretendemos serlo, no se lo digas a nadie [sonríe]”.

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