La última herramienta de moda sin base científica para descifrar el lenguaje de los granos proviene de la Medicina Tradicional China y defiende que el lugar del rostro que elige el grano para salir está estrechamente relacionado con algún problema que debemos revisar en nuestro cuerpo y por tanto es ocmo un lenguaje de signos del cuerpo. Que el face mapping, como se denomina esta dudosa técnica, sea en efecto una milonga no quiere decir que todos los granos sean iguales como tampoco son iguales sus tratamientos.
Casi 9 de cada 10 personas lucen un grano o espinilla (o muchos) a lo largo de su vida. Prácticamente ninguna piel, sea del color que sea, se libra de ellos. Que afean la tez e, incluso, que afectan emocional y psicológicamente a quien los sufre, es un dato que corroboran muchos estudios.
El desequilibrio en la secreción de sebo por parte de las glándulas sebáceas subyace en el origen de todos ellos, pero su nombre, y la forma de tratarlos, varía en función de cómo se manifiesten, dónde broten o si las bacterias infecciosas entran en juego (que es cuando es un acné en toda regla). Aunque son casi siempre las hormonas son las principales villanas que andan detrás de que las glándulas sebáceas se alteren, produzcan más sebo del que deben y terminen por infectarse y cometer todo tipo de tropelías.
Cristina Galmiche, esteticista especialista en pieles acnéicas y creadora de un método de higiene específico para combatir acné e impurezas, los clasifica así: