Las señales y las curvas
Muchos de los indicios que los autores de 'The Handmaid's Tale' eligieron a partir de la obra de Margaret Atwood son fácilmente identificables en el mundo de hoy
Una de las sensaciones más desasosegantes que provocaba la primera temporada de la serie El cuento de la criada era la falta de reacción de los protagonistas a las primeras señales del fascismo. Esa confianza en que lo peor es imposible en nuestras democracias. Hasta que ya es tarde, irremediable. Y era desasosegante porque muchas de las señales que los autores de la serie eligieron a partir de la obra The Handmaid´s Tale de Margaret Atwood son fácilmente identificables en el mundo de hoy.
Celebramos las pequeñas victorias de la razón y la libertad. En Rumanía una participación irrisoria en el referéndum para intentar cerrar el paso al matrimonio igualitario nos hace felicitarnos porque los rumanos no han tragado. Hacemos cuentas sobre cuánto puede juguetear la Italia de Salvini con las reglas comunitarias sin consecuencias letales para el euro. Casi nos regocijamos cuando vemos a tantos británicos, incluida Theresa May, intentando parar la máquina del tiempo antes de la ruptura con la UE y si fuera posible dándole marcha atrás. Y en Holanda y Alemania dos partidos de extrema derecha estuvieron a punto a punto de condicionar el Gobierno pero ¡uf, menos mal!, se quedaron en puertas.
Bien, vale. Vamos salvando algunas curvas cerradas. Pero por el camino se normalizan conversaciones sobre si los delincuentes son mayoritariamente inmigrantes, en el último año han matado a tres periodistas en la vieja Europa, en Polonia se jubila a los jueces incómodos, en Hungría amenazan de cierre, por crítica, a la Universidad Centroeuropea y en Alemania vuelve la simbología nazi a las manifestaciones.
Y en España, donde nos consideramos a salvo de tantas cosas por la memoria reciente de la dictadura, los partidos políticos ofrecen a los ciudadanos el espectáculo de bloquear el debate de presupuestos en el Congreso porque les renta electoralmente y sus señorías se llaman unos a otros “palmera” e “imbécil”.
Se dirá que no hay comparación posible entre lo que pasa en España y los hechos descritos más arriba. Es posible, pero los mismos ciudadanos que ven el Parlamento bloqueado luego leen que en el último año han crecido un 6,1% los desahucios por impago de alquiler.
Y así, despreciando las señales, en una de estas nos salimos de la curva.
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