Un pabellón de una cárcel bonaerense llena de reclusos violentos. Un abogado de clase acomodada aficionado al rugby. Una visita casual. Hace nueve años, el equipo que surgió en ese penal se ha convertido en un modelo de convivencia y de reinserción. Hoy ese deporte articula la vida de 1.400 presos en 43 prisiones argentinas.
Un grupo de jugadores del Espartanos hace flexiones en un entrenamiento. Sebastian PaniEduardo Oderigo, Coco, el entrenador, da instrucciones a los jugadores, todos ellos reclusos con condenas no inferiores a siete años.Sebastian PaniDiego Gil.Sebastian PaniJulio Lara López. Sebastian PaniJoel.Sebastian PaniEl entrenador Oderigo, en el centro, con dos de sus jugadores.Sebastian PaniUna jugada durante un entrenamiento. Sebastian PaniEl pabellón solía ser el peor de la cárcel y ahora es un modelo. Está pintado por los mismos presos. Los carteles que están sobre las puertas de las celdas tienen, grabadas sobre madera, palabras que designan los “valores del rugby”: templanza, obediencia, solidaridad…Sebastian PaniEn el centro del círculo, Eduardo Oderigo, entrenador y fundador del equipo Espartanos, les da una charla para motivarlos.Sebastian PaniVista del campo de juego desde la pequeña ventana del portón de ingreso a la cárcelSebastian PaniTatuajes en la nuca de uno de los jugadores, apodado Fiji.Sebastian PaniUna asistente social conversa con un recluso en la entrada del pabellón 8 del penal.Sebastian PaniVirgen del Rugby en el centro penitenciario de San Martín. A la derecha, vidriera de la capilla de Notre Dame du Rugby.Sebastian Pani