Miguel Adrover, Premio Nacional de Diseño de Moda 2018: “Me suicidé, pero puedo resucitar igualmente”
Hace un año el radical diseñador mallorquín anunció su retirada. Ahora ha recibido el máximo reconocimiento oficial en su sector
“Vivo en el pueblo apartado de todo desde hace bastantes años. No tengo móvil ni nada de eso. Así que esto me ha pillado in fraganti. Ni siquiera sabía que existía este premio. Se dice que nadie es profeta en su tierra, y ahora he sentido como si se hubiera roto esa maldición”. El diseñador Miguel Adrover (Calonge, Mallorca, 1965) responde al teléfono (fijo) poco tiempo después de haber sabido que es el ganador del Premio Nacional de Diseño de Moda 2018, el galardón que otorga anualmente el Ministerio de Cultura y Deporte, y que es el mayor reconocimiento oficial al que puede aspirar un profesional de la moda.
Sin duda, es un homenaje significativo hacia uno de los creadores más inclasificables, radicales y poéticos que ha dado la moda española. Adrover, dueño de una trayectoria meteórica y accidentada, comenzó su carrera en el underground neoyorquino de los noventa, fundó en 1995 una de las primeras tiendas en vender prendas de Alexander McQueen, deslumbró a la industria de la moda en el cambio de siglo con colecciones llenas de conciencia social y quebró en 2001, tras presentar una colección, Utopia, que hablaba de diversidad religiosa y cultural en un momento tan hostil al diálogo como el Nueva York post 11-S. Tras volver ocasionalmente a las pasarelas (su último desfile se celebró en 2012), en septiembre de 2017 anunciaba su retirada de la moda para dedicarse a la pintura. Un año después, ha recibido este reconocimiento que, asegura, no esperaba.
No tengo televisión y no sé lo que pasa por ahí. Me ha pillado por sorpresa. No sabía ni que existía el premio
¿Cómo ha recibido el anuncio del premio? No tengo televisión y no sé lo que pasa por ahí. Me ha pillado por sorpresa, pero creo que está bien porque mucha gente joven tendrá la oportunidad de investigar un poco y adquirir una perspectiva diferente de la industria de la moda. Mi trabajo siempre ha estado enfocado en la conciencia social y ecológica, y eso es algo que echo de menos en la industria de hoy. Hay mucha tendencia, mucha moderna y muchos desfiles. Cuando yo estaba en Nueva York había 25 o 30 desfiles en la semana de la moda, y ahora debe haber como 500. Hay una semana de la moda en todos los pueblos. Incluso aquí, en Mallorca, tenemos una.
Sin embargo, sus colecciones siguen interesando. Se estudian en las escuelas y se citan con frecuencia. Las cosas han cambiado muchísimo, pero creo que hay poca gente que intente reflejar lo que está pasando actualmente, la ecología, el planeta, la política o fenómenos sociales como la homofobia, el racismo o la islamofobia. Eso es lo que siempre me ha inspirado, la actualidad. No veo que la moda de hoy lo refleje, y cuando lo hace lleva mucho márketing detrás. Se hacen camisetas ecológicas, pero nadie pone sobre la mesa un diálogo serio acerca del modo en que la industria contribuye a la contaminación del planeta. La moda tiene mucho que ver con todo esto. Por eso creo que el premio es una buena plataforma para poder seguir difundiendo este mensaje y para sentir que mi trabajo, de algún modo, refleja el mundo a través de la ropa.
¿Qué piensa cuando ve que nuevos diseñadores reivindican su trabajo y continúan de algún modo sus ideas? Hoy la moda vuelve a ocuparse de cuestiones políticas y sociales. Incluso algunos diseñadores, como la firma neoyorquina Vaquera, le citan expresamente. Me he ido enterando de cosas porque nunca he dejado de hacer entrevistas, y sé que en Francia están los Vetements, que hacen ropa muy relacionada con mi reflexión sobre las marcas. Y en Nueva York está Vaquera. Yo no siento que nadie me haya copiado. Todas estas cuestiones están en el aire. Pero es una inquietud que llega un poco tarde, difuminada y enfocada en tendencias. Y precisamente las tendencias son lo que hay que intentar cuestionar de manera profunda. Hay que hablar de la explotación del planeta, las redes sociales, la incomunicación…
Hace un año que anunció su retirada de la moda mediante un post en Instagram que decía que el diseñador Miguel Adrover había muerto. Hace un año me suicidé porque encontré otra forma de comunicarme. Hay que entender que yo tuve un equipo enorme de casi setenta personas. Producía y vendía internacionalmente. Hace años me mudé aquí al pueblo [Calonge] para estar cerca de mi familia, y desde aquí mi perspectiva es muy diferente. Es interesante expresarse a través de la ropa más allá de las tendencias.
Yo he tenido muchas ofertas. A mí me ofrecieron Tommy Hilfiger y lo rechacé. También me ofrecieron Moschino, Lanvin… incluso estuve hablando con Donna Karan
¿Este premio no le hace replantearse su decisión? ¿Se plantea volver a la moda? Yo me suicidé pero puedo resucitar igualmente, no tengo ningún problema con esto. Pero tiene que ser con una buena perspectiva de cómo enfocar las cosas. Yo he tenido muchas ofertas. A mí me ofrecieron Tommy Hilfiger y lo rechacé. También me ofrecieron Moschino, Lanvin… incluso estuve hablando con Donna Karan. Y siempre he pensado que la energía que necesitaba no estaba en compañías en las que mi misión era suplantar a alguien que ya no estaba en el mercado o que ya hubiera muerto. Yo pensaba que la gente joven debería tener un espacio, una plataforma desde la que expresarse. Y creo que las multinacionales están amparando precisamente lo contrario. Buscan a los nuevos talentos de las escuelas para manipularlos a su antojo y en su beneficio, para expandirse y vender más productos. Pero no veo conciencia detrás de todo eso.
¿Cómo han recibido la noticia en su pueblo? Al enterarse del premio, ha afirmado que lo que más ilusión le hacía era que se enteraran de ello en Calonge. Llevo aquí en el pueblo bastante tiempo, cinco o seis años. Y nunca he tenido un reconocimiento ni nada. Más que nada me alegro por mis papás, porque para mí no tiene tanta importancia. Pero ellos estuvieron conmigo en Nueva York y vieron el sufrimiento y la energía que tienes que derrochar para llegar a ese nivel. Y creo que para ellos es una gran noticia porque sienten que por fin se reconoce lo que he hecho.
El pasado mes de marzo inauguró su primera exposición de pintura, La mort amb prebes torrats, en un cambio de registro en las antípodas de la moda. La industria de la moda es un escaparate en el que tienes que gastar mucho dinero para poderte expresarte. Por eso empecé a explorar otros lenguajes, y llevo más de dos años trabajando con la pintura. Hice una exposición y ahora me han invitado a la bienal de Vancouver, en la que hay artistas como Yoko Ono. Pero igualmente estoy abierto a cualquier cosa si es interesante. Lo del suicidio fue algo para liberarme de la presión. Sentí que era lo que tenía que hacer. Y he encontrado otra forma de comunicación, la pintura, en la que también utilizo la ropa como textura. Estoy reciclando y recuperando. No me despojo de nada de lo que hecho.
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