Umberto Pasti ha construido un vergel en Rohuna, una aldea del norte de Marruecos, con las plantas que el progreso acelerado amenazaba con extinguir. Ahora, una vez cumplido su sueño, busca una fundación a la que dejar su legado para disfrute de los habitantes de la zona.
El camino de acceso al jardín de Rohuna sigue siendo pedregoso y de acceso complicado, especialmente en los días de lluvia.Ana NanceTras los baches de la carretera, la vegetación mediterránea, rescatada en muchos casos entre los escombros de las obras de las nuevas urbanizaciones y replantada posteriormente, se muestra en todo su esplendor.Ana NanceDesde el jardín se divisa el océano Atlántico.Ana NanceLa casa del propietario y la de la familia que cuida el entorno fue construida a base de piedra y barro, los materiales de la zona.Ana NanceEn la página anterior, Pasti (tercero por la izquierda) con los campesinos a los que ha instruido en el cuidado de las plantas.Ana NanceEl interior de la casa del paisajista está plagado de objetos adquiridos en mercados.Ana NanceTambién hay objetos rescatados de la playa, como el ánfora que preside el jardín.Ana Nance'Violeta' y 'Talula', los perros de la finca.Ana NanceVallas de madera, senderos y muros de piedra y barro levantados por los campesinos de Rohuna acotan ahora los límites del jardín.Ana NanceEl jardín de plantas salvajes tiene unas cinco hectáreas.Ana NanceNabiha Salmon, de 36 años, se ocupa junto a su marido del mantenimiento de la finca. Allí han nacido sus tres hijos.Ana NanceTodas las plantas del jardín de Rohuna proceden de los campos y los márgenes de las carreteras.Ana NanceAmapolas y plantas grasas conviven con gladiolos, iris, encinas, tilos e higueras.Ana NanceEn el jardín crecen unas 1.200 especies, de las cuales 15 han desaparecido y un centenar están amenazadasAna Nance