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Columna
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El intelecto al desnudo

¿Tenía razón Bismarck, o deberíamos ver cómo hacen las salchichas?

Javier Sampedro
Puerta Europa o Torres Kío, vista desde la Plaza de Castilla
Puerta Europa o Torres Kío, vista desde la Plaza de CastillaLUIS SEVILLANO

Cualquiera que viva en Madrid o haya visto El día de la bestia recordará las torres KIO, esos dos edificios que parecen estar cayéndose el uno sobre el otro y que aceleran el pulso de los commutersde la plaza de Castilla que se ven forzados a pasar por debajo de ellos cada mañana. Álex de la Iglesia los identificó en la película con el signo del diablo hecho carne para martirizar a los hombres, y también con el infierno que suponía Madrid para los jóvenes creadores que llegaban por entonces de provincias y extranjero, como decían los buzones antiguos. La conmoción, o incluso el espanto, que nos produce esta obra arquitectónica se debe a que oculta su estructura, su núcleo lógico. Si la pudiéramos atisbar, veríamos las sólidas columnas verticales que hacen que el edificio se avenga a la ley de la gravedad. Pero las torres KIO eligieron esconder su lógica, su estructura interna, un poco al modo del canciller Von Bismarck, que dijo o debió decir que las leyes son como las salchichas, que más vale no ver cómo las hacen.

Pero hay una cuestión sobre la presentación de las matemáticas —al público, al alumnado o a los colegas— que está íntimamente relacionada y, según autores como Ian Stewart, es esencial para la pedagogía y el avance del conocimiento. Stewart cita a uno de los mayores matemáticos de la historia, Carl Friedrich Gauss, que dejó dicho: “Cuando uno construye un bello edificio, no debe verse el armazón”. Gauss, como casi todos los matemáticos, y yo diría que casi todos los científicos, presentaba sus papers (artículos en revistas profesionales revisadas por pares) como si aquellas ideas geniales se acabaran de caer del cielo, basadas en una búsqueda premonitoria del resultado final y expuestas con una elegancia a prueba de bombas. Los descubrimientos nunca ocurren así. Son el resultado de años de intuición, inteligencia creativa y golpes duros contra el duro suelo de la realidad. La preclaridad profética y la elegancia formal vienen después, como la funda de la salchicha de Bismarck.

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¿Es eso hacer trampas? No, pero dificulta el aprendizaje de la siguiente generación de matemáticos. “Gauss es como un zorro”, dijo su colega Carl Jacobi, “que borra con la cola todas las huellas en la arena”. Arquímedes y Newton también destacan como zorros, en este sentido de ocultar el verdadero camino hacia la idea. Ese es el tipo de camino que tendrá que recorrer la nueva generación para encontrar nuevas ideas que hagan avanzar el campo. Stewart piensa que esta tradición hace a la matemática “más oscura de lo que debiera”. Es un argumento que va más allá de la matemática. Es un argumento general sobre la educación, las técnicas pedagógicas y la divulgación al público.

En las artes ha habido enfoques interesantes sobre la revelación de la estructura interna. La metanovela es un intento de confesar al lector los engranajes internos de su creación. La segunda parte de la Rayuela de Cortázar es metanovela, una especie de visita a la propia mente del gran Julio. El “distanciamiento” del teatro de Chéjov o Brecht buscaba recordar al público que lo que estaba viendo era un artefacto narrativo, y por tanto es metateatro en el sentido que estamos discutiendo. Un contrapunto de Bach es transparente respecto a su construcción gradual, y ese proceso es de hecho la mayor fuente de experiencia estética que ofrecen esas piezas.

Una columna debería tener una moraleja política, y se la voy a plantear como problema al lector. ¿Tenía razón Bismarck, o sería mejor que todos viéramos cómo hacen las salchichas? Escriban las respuestas en su mente.

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