Irrumpe el patinete
Estos vehículos eléctricos necesitan una regulación urgente y un uso sensato, fuera de las aceras

En 1909, circulaban por Estados Unidos unos 200.000 vehículos motorizados. Siete años después, ascendían a 2,5 millones. Los antiguos coches de caballos desaparecían, mientras surgía una nueva forma de transporte que iba a cambiar el mundo. The Detroit News, el diario de la ciudad que impulsó la industria automovilística, contaba que, en dos meses del verano de 1908, 31 personas murieron en accidentes de coche o atropelladas. El motivo de la elevada mortandad era que no existían reglas y reinaba la ley de la jungla: no había ni carné de conducir, ni señales ni limitaciones de velocidad. Cruzar las calles era una aventura. El primer semáforo eléctrico se instaló en Cleveland en 1914 y este ingenio no llegó a Europa hasta 1924. Es dudoso que los patinetes eléctricos, que están multiplicándose en las ciudades, lleguen a protagonizar una revolución similar a la que representaron los coches a principios del siglo XX, pero son vehículos que pueden circular hasta a 35 kilómetros por hora y que necesitan una regulación urgente y sensata. Su espacio no es, desde luego, recorrer las aceras a toda velocidad junto a los peatones.
Los patinetes eléctricos, cuya ventas se han triplicado en España, además de la multiplicación de su alquiler, ofrecen muchas ventajas. La principal es que no producen emisiones. Forman parte de un profundo cambio en la cultura urbana: el paulatino arrinconamiento del coche como modo de desplazamiento individual para, además de los transportes públicos, apostar por vehículos no contaminantes: coches eléctricos, muchas veces compartidos, y, naturalmente, las bicicletas. No existe un plan b, ni para que los ciudadanos no se envenenen, ni para luchar contra el cambio climático. Para llevar a cabo esto hacen falta inversiones y cambios legales. Barcelona ha sido una de las primeras ciudades en lanzar una ordenanza municipal que regula el uso de casco y obliga a los patinetes a circular por los carriles-bici cuando superen los 10 kilómetros por hora. Puede parecer una obviedad, pero para eso es necesario contar con ese tipo de carriles y, por ejemplo en Madrid, a diferencia de Valencia, Sevilla o Barcelona, son insuficientes. Su multiplicación indica que al final será necesaria una norma estatal a través de la Dirección General de Tráfico, que los cataloga como vehículos de movilidad personal y no tienen regulación propia, ni para circular ni para su señalización.
Los patinetes son seguros —aunque ya se han producido dos muertes en España por no llevar casco—, rápidos, relativamente baratos, transportables, con una autonomía creciente y, como las bicis, están aquí para quedarse. Pero necesitan un uso sensato y una regulación urgente.
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