El riesgo es no vacunar a tu hijo
La inmunización es también un acto de solidaridad hacia los miles de pacientes en España que no pueden hacerlo: niños trasplantados, inmunodeprimidos u oncológicos
En la introducción de En defensa de las vacunas (editorial Temas de hoy), el pediatra Carlos González recuerda una anécdota vivida en una reunión europea sobre lactancia materna. Allí, en uno de los habituales corrillos, un asistente hizo un comentario contra las vacunas. La doctora colombiana Sofía Quintero, amiga de González, afincada en Italia y que durante años había trabajado en Mozambique, contestó a la apreciación indignada: «¡Cómo puede ser tan irresponsable! ¡Qué rabia me dan estos europeos, que no han visto nunca morir a un niño de sarampión, de difteria o de tétanos, y se atreven a criticar las vacunas!».
Y en efecto, el movimiento antivacunas es un fenómeno del primer mundo. Un fenómeno creciente y alarmante, como demuestra, por ejemplo, el importante repunte de los casos de sarampión en Europa en los últimos años. Los datos son especialmente preocupantes en países como Francia, Grecia o Italia, donde el movimiento antivacunas ha conseguido hacer calar con más fuerza su mensaje, convirtiéndose incluso en un lobby capaz de influir en el Gobierno italiano. Una situación que, de prolongarse, tal y como confirman los expertos consultados, puede derivar en un importante problema de salud pública.
“Si se generalizara la no vacunación, tendríamos un enorme problema con un aumento de esas enfermedades infecciosas. La experiencia más clara al respecto se está produciendo en esos países donde están bajando más las coberturas de vacunación y en los que de forma rápida, por ejemplo, han subido los casos de sarampión”, reflexiona David Moreno, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP). La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido también como insuficiente la vacunación infantil, en buena parte causada por los padres que se niegan a inmunizar a sus hijos. Es más, para la OMS este es uno de los principales riesgos que acechan el bienestar de los europeos. Así lo destaca en su informe presentado esta semana por la oficina europea de la institución, que agrupa a 57 países del continente.
En España la situación es menos alarmante y el mensaje, como afirma Lucía Galán, autora del blog Lucía, mi pediatra, debe ser “tranquilizador”. Sin embargo, reconoce la pediatra que los profesionales de la salud españoles están “expectantes y observando de cerca lo que ocurre en nuestros países vecinos”. De momento, según David Moreno, no hay síntomas de contagio: “no se aprecia que haya ninguna vacuna cuyo porcentaje de cobertura haya caído especialmente, ya que en la primera infancia todas se mantienen por encima del 95%”.
El riesgo es NO vacunar
Uno de los argumentos habituales utilizados por los antivacunas para defender su posición hace referencia a los supuestos riesgos y efectos secundarios que pueden tener las vacunas
Uno de los argumentos habituales utilizados por los antivacunas para defender su posición hace referencia a los supuestos riesgos y efectos secundarios que pueden tener las vacunas. Para David Moreno, sin embargo, las vacunas que actualmente se emplean “han demostrado ser seguras y por ello se siguen utilizando”. En este sentido, explica el portavoz de la AEP, supuestos efectos como el autismo con la triple vírica o los problemas neurológicos con la vacuna del papilomavirus “se han descartado definitivamente en numerosos estudios”.
“Los efectos adversos más frecuentes son la fiebre y el dolor local en la zona de inyección, que en más del 99,9% de los casos son problemas leves y transitorios. En muy contadas ocasiones, se producen efectos adversos más graves, como con cualquier medicamento. El mayor riesgo es una reacción alérgica grave, que habitualmente ocurre en los primeros minutos de la administración de la vacuna. Aun así hay recalcar que estas reacciones son infrecuentísimas”, argumenta el experto.
De la misma opinión es Amos José García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología (AEV), para quien las vacunas, como preparados biológicos, “no están exentas de riesgos” que, no obstante, y en cualquier caso, “son mínimos y generalmente leves”. En ese sentido, para el jefe de Sección de Epidemiología y Prevención del Servicio Canario de la Salud, “lo que auténticamente tiene riesgos es padecer las enfermedades que podíamos haber evitado si nos hubiéramos vacunado”.
¿Y cuáles son los riesgos de esas enfermedades?, le preguntamos a Lucía Galán. “Desde nada, hasta la muerte. Y entre uno y otro extremo, todas las complicaciones posibles que pueden generar enfermedades como el sarampión, las meningitis, las sepsis, la varicela, la hepatitis B, la tosferina, la parotiditis, la rubeola o el virus del papiloma humano. ¿Las enumeramos? Amputaciones, neumonía, esterilidad, ceguera, aborto, sordera, afectación neurológica invalidante y permanente, cáncer…”, recita.
La vacunación “no solo es un bien individual sino colectivo”, de ahí la importancia para su efectividad de que todos los niños sean vacunados y completen el calendario de vacunación
Vacunar por el bien colectivo
Los padres que deciden no vacunar a sus hijos son padres cada vez más formados, con estudios superiores y que se consideran bien informados. “Han leído libros, han visitado páginas y páginas de internet. Están muy informados, pero muy mal informados. Porque esas páginas y esos libros que atacan a las vacunas están llenos de errores, falacias, medias verdades y mentiras completas. Mentiras a veces tan absurdas, tan contrarias a los hechos y tan insultantes para la razón, que los científicos no siempre se toman la molestia de desmentirlas”, escribe Carlos González.
¿Y qué papel juegan los divulgadores en ese sentido para contrarrestar la información que se difunde desde los movimientos antivacunas?, preguntamos a Lucía Galán, reconocida recientemente con el Premio a mejor divulgadora en el campo de la Salud y la Sanidad otorgado por la Organización Médica Colegial. “Pues justamente ese: contrarrestar la desinformación con información fiable y avalada. Tranquilizar a la población respondiendo a sus dudas y temores y neutralizar los bulos lo más rápido que podamos”, explica.
Ante casos de familias que llegan a consulta con ideas antivacunas, Amos José García Rojas aboga por escuchar en primer lugar “con respeto” para, posteriormente, marcar la diferencia entre hablar de vacunas (“que es hablar de conocimiento, de ciencia”) y hacerlo de no vacunar, que en opinión del presidente de la AEV “es hablar de emociones y de creencias”.
Similar reflexión hace Lucía Galán, que recomienda “no juzgar, no atacar y no ir a la defensiva” ya que, en su opinión, las familias con ideas antivacunas “no son el enemigo” y hacer que se sientan amenazadas o juzgadas puede provocar que no vuelvan a consulta. “Antes de decirles nada escucharía atentamente todos y cada uno de sus argumentos. Todos los tienen. Una vez hayan expuesto sus miedos, dudas o creencias intentaría aportarles otro punto de vista, esta vez con la ciencia y los datos en la mano”, propone la pediatra, que es consciente de que no se puede esperar un cambio de parecer en una primera visita y de que son necesarias altas dosis de “calma y serenidad” para aprovechar cada visita para abordar el tema con cuestiones concretas.
David Moreno, por su parte, hace referencia a la necesidad de utilizar el argumento del “bien colectivo” ya que, explica, la vacunación “no solo es un bien individual sino colectivo”, de ahí la importancia para su efectividad de que todos los niños sean vacunados y completen el calendario de vacunación. “De lo contrario, las vacunas no surten el mismo efecto, favoreciendo la circulación de los virus y bacterias hasta las bolsas de población infantil no inmunizadas”, argumenta el portavoz de la AEP. En ese mismo sentido, por último, Lucía Galán considera la vacunación como “un acto de solidaridad hacia los miles de pacientes en nuestro país que no pueden vacunarse (niños trasplantados, inmunodeprimidos, oncológicos…)”.
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