Cataluña plurinacional
La respuesta política a la diversidad constitutiva de España que dio la democracia fue el Estado Autonómico
Empezaré por pedir perdón a quienes, como yo, no sean nacionalistas. Me disculpo por usar el lenguaje de los nacionalistas, pero es por ellos por quienes me gustaría hacerme entender. Sostiene el nacionalismo español que como Cataluña es España, y en España no hay más que una nación, en Cataluña no puede haber más de una nación. Se podrá argumentar que esa afirmación no es coherente con la realidad, pero no contra su lógica interna. Por el contrario, el nacionalismo catalán sostiene que España es plurinacional, pero Cataluña no. Sin embargo, si España es plurinacional, no será porque en Andalucía, o en Asturias, haya más de una nación, sino porque, de haberlas, las hay en Cataluña. De modo que si España es plurinacional, lo será porque Cataluña lo es.
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Expresado de una manera o de otra, la constatación por la inmensa mayoría de los españoles, de que en España hay más lenguas que el castellano, y más identidades territoriales que la española, nos llevó a cambiar la organización de nuestro Estado. Con la Constitución de 1978 los españoles hicimos lo razonable, después de haber intentado todo lo demás. La Dictadura fue el último y fallido intento de ponerle a España un corsé político uniforme y centralista en el que no encaja ni la diversidad de su realidad cultural, ni la pluralidad de su realidad política. Con la Constitución, como anticipó Argüelles en 1812, los españoles cambiamos mayoritariamente el nacionalismo por el patriotismo, que es la forma civilizada y republicana de amor a la tierra y a la comunidad política a la que se pertenece. Con la Constitución, la inmensa mayoría de las españolas y españoles acordamos que lo razonable era asumir, con Gabriel Aresti, que las lenguas de España son cuatro, y que en algunos territorios de España hay comunidades de personas que tienen una lengua distinta del castellano e incluso una identidad nacional particular, una nacionalidad dice la Constitución, que tienen derecho constitucional a preservar. Comunidades que, en esos mismos territorios, conviven desde hace siglos con otras comunidades de personas, que hablan castellano y también quieren preservar su identidad y su pertenencia a España.
Que en Cataluña hay dos comunidades con distintos sentimientos de pertenencia es algo innegable a la luz de los datos sociológicos y de la realidad política. Como tampoco se puede negar que buena parte de esos sentimientos están ligados a los ancestros y a la lengua, que son dos elementos con los que los nacionalistas construyen las naciones, pero que no obligan necesariamente a construir Estados nacionales, como demuestran los suizos o los valencianos. En Cataluña hay una comunidad de personas, la cuarta parte de la población, cuyos cuatro abuelos nacieron allí y cuya lengua materna es el catalán. Y hay otra comunidad de personas, formada por la mitad de la población, cuyos cuatro abuelos nacieron en otras regiones de España y cuya lengua materna es el castellano. También hay personas con abuelos catalanes y no catalanes, que son la cuarta parte restante de la población, y que son quienes más tienden a declarar que ambas, catalán y castellano, son su lengua propia.
Los políticos nacionalistas catalanes han tratado de convencernos a los españoles de que el problema de encajar políticamente dos comunidades nacionales diferentes lo tiene España
La respuesta política a la diversidad constitutiva de España que dio la democracia fue el Estado Autonómico. Inicialmente para las llamadas Comunidades Históricas, después, y por empeño de los socialistas, para todas las regiones por igual. Fuimos los socialistas quienes, teniendo en cuenta su diversidad, garantizamos lo de libres e iguales para todos los ciudadanos de España. Algo que nunca gustó ni al nacionalismo español, ni a los nacionalismos periféricos.
Y como habíamos decidido que todas las culturas y todas las lenguas que se hablan en las diferentes regiones de España son españolas, hicimos algo más, y en eso tuvieron un papel importante socialistas como la pedagoga Marta Mata. De modo que, en Cataluña, la comunidad de quienes tienen el castellano como lengua materna, la más numerosa, aceptó educar a sus hijos exclusivamente en catalán. No se me ocurre una expresión de fraternidad más grande que educar a tu hijo, en lugar de en tu propia lengua, en la lengua materna del vecino. Lo hicieron como una fórmula para fusionar esas dos comunidades en un mismo pueblo, que hablara las dos lenguas y sintiera las dos identidades. Con el tiempo descubrimos que no era ese el propósito del nacionalismo catalán.
La inmensa mayoría de las personas que llegaron a Cataluña desde otras regiones de España, educaron a sus hijos en el amor a lo catalán, a su lengua, a su cultura, a su identidad, y las fortalecieron. Y, cuando se les pregunta a esas personas por su identidad territorial, afirman mayoritariamente que se sienten tan catalanas como españolas. Por el contrario, quienes vivían allí desde hace más tiempo, en una proporción importante, se definen exclusivamente como catalanas, y rechazan la lengua, la cultura y la identidad españolas de quienes llegaron en tiempos más recientes, y también las de otros catalanes cuyas familias llevan tantos siglos como las suyas en Cataluña, hablando castellano y sintiéndose españolas en un territorio que desde la formación de España forma parte de ella.
Durante muchos años los políticos nacionalistas catalanes han tratado de convencernos a los españoles de que el problema de encajar políticamente dos comunidades nacionales diferentes lo tiene España; pero eso es verdad solo si lo tiene también Cataluña. ¿Cuál es su propuesta para encajar políticamente la existencia de dos comunidades con identidades nacionales, una inclusiva y la otra exclusiva, diferentes? Convertirse en un Estado. ¿Con dos naciones, cabría preguntarles? ¿Con una nación, la española, separada del resto de España por una frontera? Toda la teoría comunitarista, que da soporte filosófico al nacionalismo, se basa en la idea de que hay sociedades que no son homogéneas cultural o étnicamente, en las que el voto indiferenciado no sería justo, sin el reconocimiento de la existencia de comunidades cuyos derechos van más allá de su peso demográfico. Incluso en una democracia de ciudadanos cultural y étnicamente indiferenciados hay decisiones que no se toman por mayoría simple. En una sociedad como la catalana, cuyos ciudadanos pertenecen a comunidades culturales diferentes, no parece que la mejor forma de resolver aspectos esenciales de su configuración política, sea mediante la confrontación puramente numérica, aunque sea en las urnas. Solo un populista podría confundir esa votación con la democracia. Sorprendentemente lo que el nacionalismo catalán ha visto siempre tan claro en España no lo ve en absoluto en Cataluña. Como hizo la Dictadura en España, los secesionistas catalanes quieren aplastar la diversidad nacional en Cataluña por las bravas. Sin respetar la realidad sociológica, histórica, constitucional de esa región, simplemente tratando de aprovechar de manera oportunista una coyuntura política que ni siquiera les ha sido favorable en términos electorales. ¿Cómo explicarán a la comunidad internacional los gobernantes secesionistas de Cataluña que violaron la Constitución y su propio Estatuto de Autonomía sin alcanzar siquiera la mitad de los apoyos electorales?
No sé si usando sus conceptos me habré hecho comprender por ellos, pero convendría que los dirigentes secesionistas tuvieran en cuenta que, a diferencia de otras naciones europeas, la española nunca estuvo dividida entre varios Estados, y no lo va a estar. Con el resto de los españoles, los socialistas hemos soportado mucho sufrimiento para mantener nuestra unidad, y no vamos a dejar que nadie establezca fronteras interiores que nos separen. La solución que encuentren los secesionistas catalanes a la pluralidad nacional de Cataluña habrá de pasar por el respeto a la unidad política de la nación española. De igual modo que los españoles de los demás territorios hemos integrado lo catalán en nuestra concepción de España, la solución más razonable sería que los nacionalistas catalanes integraran al resto de las lenguas, culturas e identidades españolas, en su concepción política de Cataluña y como una parte de su riqueza. Por desgracia para todos, a tenor de lo que estamos viendo, antes de hacer lo razonable, el secesionismo catalán seguirá intentando todo lo demás.
José Andrés Torres Mora es diputado del PSOE.
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