Cataluña por un joven madrileño
El enfrentamiento político catalán ha desvirtuado y sigue desvirtuando la normalidad. La pregunta más repetida cuando explico mi situación personal es: “¿Teniendo la empresa oficinas en Madrid, por qué vienes a trabajar a Barcelona?”. Y ¿por qué no? La figura del madrileño-facha-anticatalán sufre un impacto si además acompaño mi discurso con alguna palabra en catalán orgullosamente recién aprendida. No niego que al principio la diferencia lingüística me generó un choque y volvía a Madrid con la misma sensación de regresar de un país extranjero. Lo desafortunado de esa sensación es que no era provocada por los catalanes, quienes amablemente siempre han cambiado de idioma para dirigirse a mí, sino por resabiados políticos que, entre victimismos de opresión de tiempos pasados, utilizan todos los medios al alcance para eliminar el castellano, la única lengua común. En unas sociedades globalizadas tratamos de aferrarnos a lo poco que nos sigue diferenciando, pero se puede fomentar la convivencia de dos lenguas con naturalidad, sin utilizar técnicas sectarias como de las que precisamente denuncian ser víctimas.— Eduardo Miranda Santos. Madrid.
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