Los mayores de 65 años también pierden la fe
La caída de la religiosidad no solo afecta a los jóvenes. En menos de dos décadas se ha doblado el número de españoles de esta edad que casi nunca van a la iglesia
Magdalena Lobatón, de 81 años, lidera el rezo del rosario minutos antes del comienzo de la misa del domingo por la mañana en la capilla de la Virgen del Trabajo, en el este de Madrid, mientras la iglesia se va llenando de parroquianos de avanzada edad. Esta pequeña iglesia católica de un barrio obrero no parece tener problemas de asistencia pero sí de juventud. "Venir a misa es una gran parte de nuestra vida", dice Marisa Cifuentes, de 79 años, una de las muchas feligresas mayores.
Al término de la misa el párroco Abraham Cruz, que con 40 años podría ser nieto de la mayoría de los asistentes, reconoce que es complicado atraer a los jóvenes. "Poco a poco los fieles van muriendo, pero llega relevo generacional", dice Cruz. Es la esperanza que tienen las iglesias de España para no desaparecer conforme la sociedad se seculariza, pero ese recambio no es suficiente.
Como pasa con los jóvenes, los mayores de 65 años también están apartándose de la religión, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) consultados por EL PAÍS. El número de encuestados de ese grupo de edad que responde que casi nunca va a oficios religiosos se dobló desde el año 2000, alcanzando en el barómetro de abril de este año el 41,9%. En ese mismo período el número de ateos y no creyentes mayores de 65 años se ha doblado hasta llegar al 10,7%.
Esa tendencia a la baja se da a pesar de que se ha demostrado que existe un efecto edad por el cual la trayectoria vital de una persona afecta a su religiosidad. Según algunos estudios, los jóvenes se vuelven más devotos cuando maduran, tienen hijos y se enfrentan a su propia mortalidad.
Por ejemplo, los estadounidenses nacidos en la década de los treinta iban más a la iglesia conforme se acercaban a los 70 años, según el centro Pew. De acuerdo con una teoría psicológica, en la tercera edad las personas adquieren nuevos valores espirituales y comunitarios. Es lo que se conoce como "gerotrascendencia", un fenómeno que contrarrestaría el individualismo creciente en las sociedades desarrolladas.
"Con el paso de los años, he venido más a misa", dice Bernardino Osca, un católico de 66 años en Madrid que encaja con el perfil descrito por ese fenómeno. "Me reconforta venir a misa todos los días como a otros les gusta tomar un café a diario".
Esta brecha de edad se da en casi todo el mundo, según una macroencuesta del centro Pew, publicada el mes pasado que determinó que de 106 países solo en dos (Ghana y Chad) los jóvenes eran más religiosos que los mayores. España, como otros países desarrollados, es uno de los países con mayor brecha de religiosidad entre generaciones: 18 puntos de diferencia entre el grupo de 18-39 años y los mayores de 40.
Pero los datos sobre la sociedad española y otros estudios sobre países de nuestro entorno hacen pensar a los sociólogos que la tendencia de los mayores a buscar refugio en la religión está atenuándose. Las causas podrían ser el profundo cambio que han supuesto el desarrollo económico, la mayor educación y la libertad.
Nacidos en el tardofranquismo
Los españoles que están llegando a los 70 ahora nacieron en el tardofranquismo y han pasado más años de su vida en una sociedad libre, más desapegada de la religión que sus padres. "La llegada de la democracia les dio mayor libertad para decidir si continuaban con la tradición y si la transmitían a sus hijo", valora el sociólogo de la consultora Metroscopia Francisco Camas.
El catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto Francisco Elzo dice que es una incógnita predecir qué sucederá con la religión en las próximas décadas porque, describe, "estamos viviendo los estertores de una era de 17 siglos dominada por el Estado de cristiandad". "El indiferentismo o ateísmo en la sociedad pluralista en la que ya vivimos dependerá del éxito de las diferentes ofertas de religiosidad", estima.
La iglesia católica valora los datos en el contexto de pérdida de importancia de instituciones que hasta hace poco eran básicas para la sociedad como partidos políticos o medios de comunicación. "La merma de la religiosidad global es una realidad", responde una portavoz de la Conferencia Episcopal por correo electrónico. "La desafección de la sociedad ante el resto de aspectos reflejados en la encuesta del CIS muestran tendencias incluso más negativas".
El párroco de la iglesia madrileña dice que han hecho cambios para atraer a los jóvenes, como relajar el lenguaje de la liturgia, y añade que aún les queda trabajo por hacer como la adaptación a las redes sociales. Pero parece que esas medidas son insuficientes para contener un cambio social casi imparable, como él mismo reconoce: "Es complicado porque el mundo de hoy se ha apartado de la fe".
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