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La infanta Cristina visita a Iñaki Urdangarin en la cárcel por primera vez

La hermana del Rey acudió el pasado domingo a las dos de la tarde a la prisión de Brieva y durante 40 minutos estuvo con su esposo

La infanta Cristina por las calles de Ginebra.Foto: atlas | Vídeo: ATLAS. GTRES (GAA/GEN)
Mábel Galaz
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Cristina de Borbón traspasó los muros de la cárcel de Brieva en Ávila el pasado domingo día 24. Lo hizo a las dos de la tarde en un coche con los cristales tintados, tan discretamente que ninguno de los periodistas apostados en la inmediaciones del centro carcelario en el que se encuentra ingresado su esposo, Iñaki Urdangarin, se percataron de su presencia. Los responsables del centro recibieron aviso de la visita solo media hora antes. El que fuera duque de Palma había llegado seis días antes para cumplir una condena de cinco años y diez meses por prevaricación, malversación, tráfico de influencias, fraude y dos delitos fiscales. Pasada una semana, el condenado tenía derecho a disfrutar de una primera visita de 40 minutos y fue su esposa quien acudió al encuentro. Es de momento la única que ha recibido, según informan fuentes penitenciarias.

La Infanta cumplió con todos los requisitos que impone Instituciones Penitenciarias para tener acceso a un preso, pero para no alterar el normal funcionamiento del centro, que los domingos abre su puertas a los familiares, se estableció un horario diferente para el encuentro, algo que desde Institucionales Penitenciarias, dicen, se hace con otros presos cuando se considera oportuno. Por eso la visita de la hermana del Rey ha pasado inadvertida como la pareja quería. El encuentro de la Infanta con su marido fue recogido por elEconomista.es el pasado lunes.

Cristina de Borbón hizo todo lo posible por despistar a la prensa. Horas antes se había dejado ver por las calles de Ginebra con sus hijos, con Claire Liebaert, madre de Urdangarin, con la infanta Elena y conotros familiares. Todos se reunieron en el lujoso Hotel Four Seasons des Bergues Geneva, frente al río Ródano, que lleva 184 años siendo uno de los refugios preferidos de la realeza europea que visita Ginebra, para celebrar que Pablo, el segundo hijo del matrimonio Urdangarin-Borbón, había terminado sus estudios en el École Internationale de Genève. Fue un festejo planeado hace tiempo por Urdangarin y la Infanta, y que ambos decidieron mantener pese a la entrada en prisión del que fuera un día duque de Palma de Mallorca.

Exteriores de la prision de Brieva, en Ávila.
Exteriores de la prision de Brieva, en Ávila.GTRES

Mientras la familia se reunía en Ginebra, Urdangarin cumplía con su rutina carcelaria. Vive en el módulo de hombres de la cárcel de Brieva que cuenta con cinco celdas. Él ocupa una cuyas dimensiones son muy reducidas. Tiene derecho a ver la televisión en una sala de estar y dispone de un patio tan pequeño que en dos de sus zancadas ya lo recorre. También puede hacer deporte en un gimnasio equipado con lo más elemental.

Cuentan testigos de su ingreso que el día en que Urdangarin vio dónde iba a cumplir condena se derrumbó. Ni lo que le había contado su abogado ni la preparación psicológica que ha recibido para afrontar los años de condena le sirvieron para mantener la calma en ese momento.

La última imagen de Urdangarin, antes de entrar en la cárcel.
La última imagen de Urdangarin, antes de entrar en la cárcel.GJB/KAB (GTRES)

Brieva fue la cárcel elegida por Urdangarin desde el momento en que supo que debía cumplir condena -escoger la prisión es un derecho que todos los condenados tienen-. El marido de la Infanta valoró la privacidad que ofrece este centro penitenciario tanto para un preso varón como para los familiares que le visiten. Al ser el único habitante del módulo de hombres no coincide con ningún otro condenado. Pero es precisamente este aislamiento lo que más preocupa a los responsables de la prisión de Brieva. Ya lo dijo Luis Roldán, que cumplió pena allí: lo peor fue la soledad que le llevó a necesitar ayuda especializada.

Urdangarin recibe en su celda de manera regular la visita de una psicóloga que habla con él, evalúa su estado y tomará decisiones si es necesario cambiar algo. De momento todo seguirá así. Solo en el caso de que anímicamente no pueda con el aislamiento se plantearía un traslado.

En estas casi dos semanas que lleva ingresado el exduque se ha hablado de que se ha refugiado en la religión e incluso ha dado detalles al respecto una monja del convento de las Adoractrices próximo a la cárcel. Pero fuentes penitenciarias desmienten estos hechos, a la vez que aclaran que esa religiosa que se ha paseado por la televisión lleva seis años de baja por problemas de corazón. Urdangarin pertenece a una familia alavesa muy religiosa que acude a misa los domingos. En los últimos meses ha habido alguna señal de que él estaba acercándose más a la Iglesia. Por ejemplo, la primera semana de enero visitó con toda su familia el Vaticano y asistió a una misa oficiada por el papa Francisco, a quien tuvo oportunidad de saludar brevemente. En su celda de Brieva tiene consigo una Biblia y una imagen de la Virgen Blanca, patrona de Vitoria.

Los planes de la Infanta, de momento, pasan por continuar con su vida en Ginebra y viajar a Brieva a ver a su esposo siempre que sea posible. Según el reglamento, el preso puede disfrutar de una visita familiar de 40 minutos a la semana, de un vis a vis una vez al mes de tres horas, y de un vis a vis familiar también una vez al mes de hasta seis horas de duración. Mientras la familia intenta mantener su vida cotidiana. Juan ya ha concluido su etapa de voluntariado en Camboya y ha vuelto a Ginebra, Pablo tiene que decidir en qué país continúa sus estudios y Miguel e Irene desean seguir viviendo en Suiza donde llevan ya cuatro años. Lo que la Infanta todavía no ha decidido es si a estos encuentros en la cárcel deben asistir sus cuatro hijos.

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Sobre la firma

Mábel Galaz
Fue la primera mujer en pertenecer a la sección de Deportes de EL PAÍS. Luego hizo información de Madrid y Cultura. Impulsó la creación de las páginas de Gente y Estilo. Ha colaborado con varias cadenas de televisión y con la Cadena Ser. Ahora escribe en El País Semanal.

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